PARA EL DOMINGO DE PASCUA
San Juan Bautista de la Salle
Sobre la Resurrección de Jesucristo
Es hoy fiesta y día de júbilo para toda la Iglesia. Por eso, tan repetida y solemnemente, se cantan en él aquellas palabras del Real Profeta: Éste es el día que hizo el Señor, ¡jubilemos y alegrémonos en él! (1). La Resurrección de Jesucristo es, verdaderamente a un mismo tiempo, gloriosísima para Él y utilísima a todos los fieles.
Gloriosa para Jesucristo, porque con ella venció a la muerte, lo que obliga a decir a san Pablo: Jesucristo resucitó para gloria de su Padre y, una vez resucitado, ya no muere; la muerte no tiene ya dominio sobre El (2).
Útil para nosotros porque es la prenda segura de nuestra resurrección: " Estamos ciertos, añade el Apóstol, de que así como todos murieron en Adán, todos también resucitarán en Jesucristo " (3). Éste es, pues, el día venturoso en que, como agrega asimismo san Pablo, la muerte fue destruida sin remedio (4).
Alegraos, con toda la Iglesia, de favor tan señalado, y tributad por él a Jesucristo nuestro Señor humildísimas acciones de gracias.
La Resurrección de Jesucristo resulta, además, gloriosa para Él y venturosa para nosotros, porque por ella acabó con el pecado: No resucitó Jesucristo, según enseña el Apóstol, sino con el fin de que vivamos vida nueva; seguros de que, pues fuimos injertados en El por la semejanza de la muerte, lo seremos también por la semejanza de su Resurrección y de que, si morimos con Jesucristo al pecado, viviremos también con Él (5).
Pues, al resucitar, exterminó Jesucristo el pecado; procurad vosotros, siguiendo el aviso del Apóstol, que no reine ya e¿ pecado en vuestro cuerpo mortal (6): clavad la carne con todas sus aficiones desordenadas, a la Cruz de Jesucristo " (7), y Él hará de antemano partícipe a vuestro cuerpo de la incorruptibilidad del suyo, preservándolo del pecado, que es principio de toda corrupción.
La Resurrección de Jesucristo debe procuraros también la ventura de resucitar espiritualmente, haciéndoos vivir según la gracia, o sea, impulsándoos a emprender vida del todo nueva y celestial.
Para conseguirlo en la práctica, y dar pruebas de que habéis resucitado con Jesucristo, buscad las cosas de arriba: amad las cosas del cielo y no las de la tierra, como dice san Pablo. Alejaos tan resueltamente del trato con los hombres, que vuestra vida les quede oculta y se deslice toda ella escondida con Jesucristo en Dios (8). Mortificad vuestros cuerpos terrenales, dice el mismo Apóstol; despojaos del hombre viejo y vestíos del nuevo (9).
Haced patente con vuestro proceder que la Resurrección de Jesús ha producido en vosotros tan excelentes resultado.
Gloriosa para Jesucristo, porque con ella venció a la muerte, lo que obliga a decir a san Pablo: Jesucristo resucitó para gloria de su Padre y, una vez resucitado, ya no muere; la muerte no tiene ya dominio sobre El (2).
Útil para nosotros porque es la prenda segura de nuestra resurrección: " Estamos ciertos, añade el Apóstol, de que así como todos murieron en Adán, todos también resucitarán en Jesucristo " (3). Éste es, pues, el día venturoso en que, como agrega asimismo san Pablo, la muerte fue destruida sin remedio (4).
Alegraos, con toda la Iglesia, de favor tan señalado, y tributad por él a Jesucristo nuestro Señor humildísimas acciones de gracias.
La Resurrección de Jesucristo resulta, además, gloriosa para Él y venturosa para nosotros, porque por ella acabó con el pecado: No resucitó Jesucristo, según enseña el Apóstol, sino con el fin de que vivamos vida nueva; seguros de que, pues fuimos injertados en El por la semejanza de la muerte, lo seremos también por la semejanza de su Resurrección y de que, si morimos con Jesucristo al pecado, viviremos también con Él (5).
Pues, al resucitar, exterminó Jesucristo el pecado; procurad vosotros, siguiendo el aviso del Apóstol, que no reine ya e¿ pecado en vuestro cuerpo mortal (6): clavad la carne con todas sus aficiones desordenadas, a la Cruz de Jesucristo " (7), y Él hará de antemano partícipe a vuestro cuerpo de la incorruptibilidad del suyo, preservándolo del pecado, que es principio de toda corrupción.
La Resurrección de Jesucristo debe procuraros también la ventura de resucitar espiritualmente, haciéndoos vivir según la gracia, o sea, impulsándoos a emprender vida del todo nueva y celestial.
Para conseguirlo en la práctica, y dar pruebas de que habéis resucitado con Jesucristo, buscad las cosas de arriba: amad las cosas del cielo y no las de la tierra, como dice san Pablo. Alejaos tan resueltamente del trato con los hombres, que vuestra vida les quede oculta y se deslice toda ella escondida con Jesucristo en Dios (8). Mortificad vuestros cuerpos terrenales, dice el mismo Apóstol; despojaos del hombre viejo y vestíos del nuevo (9).
Haced patente con vuestro proceder que la Resurrección de Jesús ha producido en vosotros tan excelentes resultado.