Sobre
el modo de comportarse en las conversaciones
MEDITACIÓN PARA EL LUNES DE PASCUA
San Juan Bautista de la Salle
San Juan Bautista de la Salle
Una de las cosas que primero deben hacer quienes han resucitado con Jesucristo y aspiran a llevar vida nueva, es ordenar bien sus conversaciones, procurando que sean santas y agradables a Dios.
Pues acontece de ordinario que, cuando se cometen más faltas y de mayor entidad, sobre todo en las comunidades, es durante los recreos. Por lo cual ha de velarse con el mayor cuidado para que no resulten dañosos.
A fin de conseguirlo, nada mejor puede hacerse que imitar el ejemplo dado por Jesucristo en la plática que mantuvo con los dos discípulos que se dirigían a Emaús, y en la que éstos tuvieron entre sí antes de que Jesucristo se juntara con ellos, y después que los dejó.
¿Tenéis la precaución de tomar a Jesucristo por dechado de vuestras conversaciones y recreos? ¿Vais a ellos con el propósito de edificaros mutuamente? Como los discípulos de Emaús, ¿salís de ellos abrasados en el amor divino, mejor informados acerca de vuestras obligaciones, y más resueltos a cumplirlas fielmente? ¿Es semejante al suyo el tema de vuestros coloquios? ¿Sus máximas y prácticas son, de cuando en cuando, asunto de vuestras conversaciones?
Ese será el medio de sacar provecho hasta de los ratos que os concede la obediencia para dar tregua a vuestros quehaceres, y recrearos.
A fin de conformar vuestras pláticas con la de estos dos discípulos y la de Jesucristo con ellos, bueno será que consideréis, primero, sobre qué hablaban entre sí; es a saber, exclusivamente de cosas edificantes: lo que había ocurrido en Jerusalén a la muerte de Jesucristo, sus obras santas, sus milagros y vida admirable, que le había granjeado tanta honra delante de todo el pueblo, el cual le tenía por altísimo profeta e incluso por el Mesías que había de libertar a Israel. Hablaban también del rumor que se propalaba sobre su resurrección (1).
Asuntos de esta índole son los que deben dar materia ordinaria de conversación a los religiosos y a las personas que viven juntos en comunidad. Pues se han retirado y alejado del mundo, sus pláticas tienen que ser también totalmente distintas de las que acostumbran los mundanos: de poco les serviría haber dejado el siglo con el cuerpo, si no adquiriesen un espíritu que se le oponga también. Y deben manifestarlo, particularmente, en las conversaciones.
Los preciosos bienes que de su conversación sacaron estos dos discípulos fueron los siguientes:
En primer lugar, Jesucristo se les juntó (2); ése es también el fruto de los coloquios santos: contar con Jesucristo en ellos.
En segundo lugar, su corazón ardía vivamente en deseos de practicar el bien, y se inflamó en el amor divino (3); es otro de los provechos que traen consigo las pláticas espirituales tenidas durante los recreos: salir de ellas enardecidos y animados a obrar el bien.
En tercer lugar, como prueba del contento que recibió Jesús de la conversación de los discípulos, les acompañó al lugar adonde se dirigían, y permaneció allí con ellos (4); de igual manera se complacerá Jesús con vosotros cuando habléis gustosos de El y de cuanto a El, pueda aficionaros.
En cuarto lugar, por fin, Jesús les dio su sagrado Cuerpo, y ellos le reconocieron (5). Vosotros experimentaréis felicidad semejante siempre que platiquéis gustosos sobre asuntos de piedad: Jesucristo, que estará en medio de vosotros, se os dará y os comunicará su Espíritu.
Y en la proporción en que habléis de Él y de cuanto le concierne, aprenderéis a conocerle, y a gustar el bien y sus sagradas máximas.