Comentario al Evangelio
XIII DOMINGO DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
El impío no agradece. Los enemigos del Señor apenas si se habían gloriado y exaltado, cuando
se desvanecerán como el humo (Ps. 36,20 versión de San Agustín).
“Rompe el humo desde la hoguera
hacia lo alto y allá en la altura se hincha, formando amplias nubes; pero
cuando mayor sea la nube, más vana es, y su misma grandeza, ni fundada ni
sólida, sino inflada y hueca, la hace desvanecerse en el aire, para que veas
que su misma magnitud le perjudica. Cuanto más alto, cuanto más ancho, cuanto
más amplio y mayor sea el ámbito, más pronto se desvanece, desaparece y se
disuelve” (cf. Enarrat. In Ps 36,12;
PL 36.370.)
“Pide prestado el
impío y no puede pagar
(Ps. 36,21). Recibe y no devuelve. ¿Qué es lo que pide Dios de ti, que es lo
que te exige, sino lo que a ti mismo aprovecha? ¿Y cuántas cosas ha recibido el
pecador por las que no paga nada? Recibió el ser hombre, puesto que es grande
la distancia que hay entre los animales y él; recibió la forma de su cuerpo;
recibió en él los distintos sentidos; el ojo para ver, el oído…; la salud de
mismo cuerpo. Pero, como todo este le era común con los animales, recibió mucho
más todavía, esto es, un entendimiento para entender, para abrazarse con la
verdad, para poder distinguir lo justo de lo injusto, para poder indagar,
desear al Creador, alabarle y unirse a Él. Todo esto lo recibió el pecador,
pero no vive bien y no devuelve lo que debe: Por eso pide prestado el impío, y
no pagará, no devolverá nada a aquel de quien lo recibió, no dará gracias. Es
más; por los bienes devolverá males, blasfemias, murmuraciones contra Dios e
indignación. Por lo tanto, pide prestado y no puede devolver”.
El justo es
agradecido. “El justo, en cambio, se
compadece y da (Ps.
36,21). Aquel no tiene nada, éste tiene; comprueba, pues, lo que es pobreza y
lo que es riqueza. El uno recibe y no devuelve; el otro se compadece y presta.
Este abunda ¿y si fuera pobre? Pues aun en este caso es rico. No dirijas tus
ojos piadosos solo a sus riquezas. Ves un arca vacía, pero no miras la
conciencia llena de Dios. No tiene bienes por fuera, pero dentro tiene caridad.
¡Cuánto sabe sacar de ella sin que se acabe nunca! Si tiene riquezas
exteriores, la caridad da de lo que tiene; si no las tiene, da su benevolencia,
presta su consejo, si puede darlo; su ayuda, si es capaz de ello, y, en último
caso, si no puede dar ni consejo ni ayuda, auxilia con sus deseos, con su
oración por los atribulados, y quizás consiga más que el que alarga el pan.
Siempre tiene de donde dar aquel cuyo pecho está lleno de caridad.”
Por gentileza
de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló