Comentario al Evangelio
15 de agosto
Asunción de Nuestra Señora
“Digamos
algo en alabanza de la Santísima Virgen. Pero ¿Qué somos nosotros, que acciones
las nuestras, para que la alabemos, cuando, aunque todas las partes de nuestro
cuerpo se convirtiesen en lenguas, no seriamos suficientes para ensalzarla? Es
más alta que el cielo aquella de quien hablamos y más bajos que el abismo los
que intentamos alabarla. Ella llevo encerrado en su seno al Dios que no puede
comprender criatura alguna.
Ésta
es la única que mereció ser llamada a la vez Madre y Esposa; la que reparo los
daños de la primera madre; la que ofreció la redención al hombre perdido. La
madre primera trajo al mundo la pena del
género humano; la Madre de Nuestro Señor trajo al mundo la salvación. Eva
pecadora; Maria llena de mérito, Eva entro matando, Maria se presentó dando
vida. Maria dio a luz al Salvador de todas las cosas, de un modo admirable y
digno de nuestro culto. ¿Quién es, pues, esta virgen tan santa a la que se
dignara venir el Espíritu Santo? ¿Quién es esa tan grande para que Dios la tome
por Esposa? ¿Quién es esta tan casta que puede permanecer virgen después del
parto? Es el templo de Dios, la fuente sellada, la puerta cerrada en la casa
del Señor. A su alma bajo el Espíritu Santo y el altísimo la lleno de su
virtud. Ella es inmaculada en su concepción, fecunda en el parto, Virgen que
sustenta y provee de manjar a los ángeles y a los hombres. La que,
bienaventurada, preparo al mundo tan extraordinaria victoria, con razón sale de
nosotros coronada de laureles.
¡Oh
dichosa Maria y dignísima de toda alabanza! ¡Oh Madre gloriosa! ¡Oh Madre en
cuyas entrañas se aloja el Creador de cielo y tierra! ¡Oh felices ósculos los
de esta Madre, cuando le dirigía a Jesús las primeras caricias infantiles, como
verdadero Hijo suyo, mientras imperaba como verdadero Dios unigénito del Padre!
Pues en tu concepción, ¡oh Maria!, diste a luz, en el tiempo, un niño que era
Creador desde la eternidad. ¡Oh feliz nacimiento, alegría de los ángeles,
deseado por los santos! Recibió injurias, fue cruelmente azotado, bebió hiel y
fue sujeto a un patíbulo para demostrar padeciendo que era verdadero hombre y,
por lo tanto, que eras tú su verdadera madre. Pobre de ingenio, ¡que puedo yo
decir, cuando todo lo que dijese de ti seria alabanza menguada, siendo tan alta
tu dignidad! ¿Te llamare cielo? Eres tú más elevada que el cielo. ¿Te llamare
madre de las gentes? Es poco... ¿Figura de Dios?...Lo eres muy digna. ¿Señora
de los ángeles?...¡Oh, lo demuestras suficientemente en todas las cosas! ¿Qué
diré, pues, digno de ti; que referiré, siendo la lengua humana incapaz de
narrar tus virtudes? No, la lengua no puede expresar lo que el ánimo profiere
fervorosamente en el interior. Imploremos, con todo el afecto del corazón, la
intercesión de la bienaventurada virgen, e invoquemos con todo empeño su
patrocinio; para que mientras nosotros, suplicantes imploramos su protección en
la tierra, Ella se digne interceder por nosotros en el cielo. Pues no hay duda
que la que mereció ofrecer tal alto precio para salvarnos podrá mejor dar un
sufragio a todos los santos libertados.”
San Agustín de Hipona