ORACIÓN DEL ALMA APOSTÓLICA A LA VIRGEN
San Antonio María Claret
¡Oh Inmaculada Virgen y Madre de Dios, Reina y Señora de la gracia!
Dignaos por caridad dar una compasiva mirada a este mundo perdido.
Reparad como todos han abandonado el camino que se dignó enseñarles
vuestro Santísimo Hijo; se han olvidado de sus santas leyes y se han
pervertido tanto, que se puede decir: “Non est qui faciat bonum, non est usque ad unum”.
Se ha extinguido en ellos la santa virtud de la fe, de suerte que
apenas se encuentra sobre la tierra. ¡Ay! Extinguida esta divina luz,
todo es obscuridad y tinieblas, y no saben donde caen. Sin embargo,
agolpados van con paso apresurado por el ancho camino que les conduce a
la eterna perdición. ¿Y queréis Vos, Madre mía, que yo, siendo un
hermano de estos infelices, mire con indiferencia su total ruina? ¡Ah
no! Ni el amor que tengo a Dios ni el que tengo al prójimo lo pueden
tolerar. […] ¿Cómo tendré caridad, si, sabiendo que los carnívoros lobos
están degollando a las ovejas de mi amo, callo? ¡Ah!, no es
posible callar, Madre mía, en tales ocasiones; no, no callaré, aunque
supiera que de mí han de hacer pedazos; no quiero callar; llamaré,
gritaré, daré voces al cielo y la tierra a fin de que se remedie tan
gran mal; no callaré; y si de tanto gritar se vuelven roncas o
mudas mis fauces, levantaré las manos al cielo, se espeluznarán mis
cabellos, y los golpes que con los pies daré en el suelo suplirán la
falta de mi lengua.