¿UTOPÍA
CRISTIANA?
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(n. 41-44)
El modelo de sociedad inspirado en el Evangelio y la
fe cristiana, puede ser visto por muchos -incluso católicos- como un modelo
utópico: sí, verdaderamente hermoso y justo, verdaderamente el mejor de todos
los sistemas posibles…. pero, en definitiva irrealizable en este mundo. Podemos
admitir en cierto sentido esto, porque realmente la realización definitiva y
plena del Reino de Dios se dará al final de la historia donde “habrá unos
cielos nuevos y una tierra nueva”, “donde no habrá llanto, ni luto ni dolor”,
“donde Cristo será todo en todos.”
Pero esta verdad, no ha de imposibilitar que ahora en
nuestro tiempo y en nuestra historia nos esforcemos en instaurar en Cristo
todas las cosas: esa es la misión de la Iglesia y es la misión de cada
cristiano. No podemos dejarnos llevar por la tentación de la desesperanza, de
la comodidad, o incluso de la falta de fe en la Palabra de Jesús y hemos de
trabajar para hacer presente ya y ahora el Reino de Dios. Así lo pedimos en el
Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino.
Pero caigamos en la cuenta que el escollo más grande
para que avance el reino de Dios no es tanto el esfuerzo de la Iglesia y de los
cristianos por establecerlo; sino la realidad del pecado. El pecado es la raíz
de todos los males y, por tanto de todas las injusticias y desigualdades, de
todos los conflictos y de todo aquello que va en contra del hombre. En la
medida que el pecado y sus estructuras se combaten y desaparecen, el Reino de
Dios crece. Miremos a los santos: desaparecido el pecado, sus vidas han sido un
centro expansivo de luz, de verdad, de paz y de justicia, de caridad.
Ante la realidad del pecado hemos de recordar:
1.Que Cristo ha vendido por su muerte y resurrección
el pecado y nos da su gracia –mediante los sacramentos- para poder dar muerte
en nosotros al hombre viejo con sus obras viviendo la vida nueva de los hijos
de Dios.
2.Que el cristiano debe vivir en actitud de conversión
constante.
3.Que el cristiano ha de tener la firme resolución de
hacer el bien a todos, incluso a los enemigos, siguiendo el modelo de Cristo
que en la cruz perdonó y intercedió por los que lo mataban.
4.La
consecuencia de esta vida nueva en Cristo es una relación renovada con toda la
creación, con un amor purificado y perfeccionado. « El hombre, redimido por Cristo y hecho, en
el Espíritu Santo, nueva criatura, puede y debe amar las cosas creadas por
Dios. Pues de Dios las recibe y las mira y respeta como objetos salidos de las
manos de Dios. Dándole gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de
las criaturas en pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en posesión
del mundo como quien nada tiene y es dueño de todo: Todo es vuestro; vosotros sois de Cristo, y Cristo es de
Dios (1 Co 3,22-23)
».