jueves, 21 de enero de 2016

¿UTOPÍA CRISTIANA? REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 41-44)

¿UTOPÍA CRISTIANA?
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 41-44)
El modelo de sociedad inspirado en el Evangelio y la fe cristiana, puede ser visto por muchos -incluso católicos- como un modelo utópico: sí, verdaderamente hermoso y justo, verdaderamente el mejor de todos los sistemas posibles…. pero, en definitiva irrealizable en este mundo. Podemos admitir en cierto sentido esto, porque realmente la realización definitiva y plena del Reino de Dios se dará al final de la historia donde “habrá unos cielos nuevos y una tierra nueva”, “donde no habrá llanto, ni luto ni dolor”, “donde Cristo será todo en todos.”
Pero esta verdad, no ha de imposibilitar que ahora en nuestro tiempo y en nuestra historia nos esforcemos en instaurar en Cristo todas las cosas: esa es la misión de la Iglesia y es la misión de cada cristiano. No podemos dejarnos llevar por la tentación de la desesperanza, de la comodidad, o incluso de la falta de fe en la Palabra de Jesús y hemos de trabajar para hacer presente ya y ahora el Reino de Dios. Así lo pedimos en el Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino.
Pero caigamos en la cuenta que el escollo más grande para que avance el reino de Dios no es tanto el esfuerzo de la Iglesia y de los cristianos por establecerlo; sino la realidad del pecado. El pecado es la raíz de todos los males y, por tanto de todas las injusticias y desigualdades, de todos los conflictos y de todo aquello que va en contra del hombre. En la medida que el pecado y sus estructuras se combaten y desaparecen, el Reino de Dios crece. Miremos a los santos: desaparecido el pecado, sus vidas han sido un centro expansivo de luz, de verdad, de paz y de justicia, de caridad.
Ante la realidad del pecado hemos de recordar:
1.Que Cristo ha vendido por su muerte y resurrección el pecado y nos da su gracia –mediante los sacramentos- para poder dar muerte en nosotros al hombre viejo con sus obras viviendo la vida nueva de los hijos de Dios.
2.Que el cristiano debe vivir en actitud de conversión constante.
3.Que el cristiano ha de tener la firme resolución de hacer el bien a todos, incluso a los enemigos, siguiendo el modelo de Cristo que en la cruz perdonó y intercedió por los que lo mataban.
4.La consecuencia de esta vida nueva en Cristo es una relación renovada con toda la creación, con un amor purificado y perfeccionado. « El hombre, redimido por Cristo y hecho, en el Espíritu Santo, nueva criatura, puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios. Dándole gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de las criaturas en pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en posesión del mundo como quien nada tiene y es dueño de todo: Todo es vuestro; vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios (1 Co 3,22-23) ».