NUESTRO DESTINO: EL CIELO
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(n. 47-48)
El relato de la creación del libro del Génesis coloca
al hombre como culmen y centro de la acción creadora. Dios da al hombre el
mayor protagonismo dentro de su historia de salvación. Pero esta relevancia
está dirigida a la misma vocación del hombre: entrar en relación con Dios.
Dice el compendio: La
persona humana, en sí misma y en su vocación, trasciende el horizonte del
universo creado, de la sociedad y de la historia: su fin último es Dios mismo. Un fin que se va realizando y al que nos vamos
acercando en la medida que nos entregamos a él y a nuestros semejantes, que nos
donamos... Cuando el hombre se entrega y se da de forma absoluta a los bienes
creados y se olvida de su Creador y de aquellos que Dios mismo puso a su lado
para relacionarse, el hombre se aliena, se va encerrando en sí mismo, y acaba
por no saber quién es. La misma organización social ha de ayudar al hombre en
este camino de donación. Cuando no es así, la sociedad misma acaba haciendo de
los hombres robots impersonales y programados para producir.
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero, si pierde la vida? –interroga el Señor en el Evangelio. El mundo pasa y con él sus cosas: –placeres,
juventud, diversiones, riquezas-, y no debemos olvidarnos que estamos hechos
para Dios, para el cielo, para la vida eterna… Quizás debemos preguntarnos: ¿Dónde
tengo puesto mi afán? ¿Dónde tengo puesto mi corazón?
*** Aviso:
hasta el miércoles día 3 de febrero no continuaremos con estas meditaciones por
motivos personales. Disculpas.