Esposas de Jesucristo, debéis guardarle intacta, en medio del mundo, la fidelidad que le habéis jurado. Religiosas de María, debéis, en medio del mundo, y uniendo los ejercicios de la vida activa a los de la vida contemplativa, mostrar las virtudes y la perfección del claustro. Ése es vuestro deber, queridas hijas. Es grande, es difícil, pero el alma fiel lo puede todo en Aquél que le da la fuerza. Sí, el alma fiel lo puede todo.
Seamos fieles y sabremos contrarrestar los esfuerzos del demonio y del mundo. Ahora bien, la primera condición para ser fiel es la unión por la caridad. La unión hace la fuerza. Cuando dos o tres están reunidos en nombre de Jesucristo, el Maestro está con ellos. Y si él está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¡Qué fuerte somos cuando Nuestro Señor está con nosotros!
”Maestro”, somos sus servidores y él vela por nosotros y nos protege. “Padre”, se ocupa de nosotros y provee a todas nuestras necesidades. “Amigo”, nos acompaña por todas partes, no nos abandona nunca y nos aconseja sin cesar. “Esposo”, nos llena de sus divinas caricias y nos defiende de las seducciones del mundo. “Salvador”, cura y cicatriza las heridas de nuestras almas y nos libra del yugo de Satán. Jesús lo es todo para nosotros. Es él quien reza en nosotros, quien continúa en nosotros, mediante la práctica de las virtudes, la renuncia y la inmolación que realizó sobre el altar de la cruz (1289 - 2 enero 1844. Circular a la Tercera Orden de las Hijas de María).