Homilía
de maitines
FIESTA
DE LA SAGRADA FAMILIA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San Bernardo, Abad.
Y
les estaba sujeto. ¿Quién estaba sujeto? ¿a quienes obedecía? Dios a los
hombres, Dios, digo, a quien están sujetos los ángeles, a quienes los
Principados y las Potestades obedecen, estaba sujeto a María, y no tan
solamente a María sino también a José por respeto a María. Admírate de ambas cosas,
y considera lo que sea lo más admirable, si la benignísima dignación del Hijo,
o la excelentísima dignidad de la Madre. Ambas causan estupor, ambas
constituyen un milagro. Que Dios se someta a una mujer, constituye un acto
de humildad sin semejante; y una mujer mande a un Dios, puedes ver en ello una
sublimidad sin par. En alabanza de las vírgenes se cantan que siguen al Cordero
dondequiera que vaya. Ahora bien, ¿de qué alabanzas juzgas digna a la que le preceden?
Aprende,
oh hombre a obedecer, aprende tú que eres tierra, a estar sumiso; aprende oh
polvo, a sujetarte. El Evangelista hablando de tu Dios, dice que estaba sujeto
a ellos; sin duda a María y a José. ¡Avergüénzate polvo soberbio! Dios se humilla,
¿y tú te exaltas? Dios se sujeta a los hombres, ¿y tú deseoso de dominar a los
hombres, quieres anteponerte a tu Dios?. Ojalá que mí, si llegare a tener
semejantes pensamientos, se digne Dios responderme, lo que respondió también a
su Apóstol reprendiéndole: “Apártate de mí, Satanás, porque no tienes gusto de
las cosas que son de Dios”. Puesto, que, cuantas veces deseo mandar a los
hombres, tantas pretendo ir delante de mi Dios, y entonces verdaderamente, ni
tengo gusto ni estimación, de las cosas que son de Dios, ya que de él mismo se
dijo: “Y está sujeto a ellos”. Si te desdeñas, hombre, de imitar el ejemplo de
los hombres, a lo menos no puedes reputar por cosa indecorosa para ti el
seguimiento de tu autor, sino puedes seguirle a todas partes a donde el fuere,
síguele por lo menos a donde por ti bajo.
Si
no puedes subir a la altura de la virginidad, por lo menos sigue a Dios por la
muy segura senda de la humildad, de la cual, si las vírgenes mismas se
apartaren, ya no seguirán al Cordero, el humilde que se manchó; le sigue
también el soberbio; peor ni el uno ni el otro a cualquier parte que valla,
pues ni aquel puede subir a la limpieza del Cordero, que no tiene mancha, ni
éste se digna bajar a la mansedumbre, de quien enmudeció paciente, no ya delante
de quien la esquilaba, sino delante de quien le manta. Con todo, más
saludable modo de seguirle eligió el pecador en la humildad, que el soberbio en
la virginidad; pues la humilde satisfacción de aquel purifica su inmundicia,
cuando la castidad de este es manchada por la soberbia.