domingo, 10 de enero de 2016

DIOS SE HUMILLA Y TU TE EXALTAS

Homilía de maitines

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Homilía de San Bernardo, Abad.
Y les estaba sujeto. ¿Quién estaba sujeto? ¿a quienes obedecía? Dios a los hombres, Dios, digo, a quien están sujetos los ángeles, a quienes los Principados y las Potestades obedecen, estaba sujeto a María,  y no tan solamente a María sino también a José por respeto a María. Admírate de ambas cosas, y considera lo que sea lo más admirable, si la benignísima dignación del Hijo, o la excelentísima dignidad de la Madre. Ambas causan estupor, ambas constituyen un milagro. Que Dios se someta a una mujer, constituye un acto de humildad sin semejante; y una mujer mande a un Dios, puedes ver en ello una sublimidad sin par. En alabanza de las vírgenes se cantan que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Ahora bien, ¿de qué alabanzas juzgas digna a la que le preceden? 
Aprende, oh hombre a obedecer, aprende tú que eres tierra, a estar sumiso; aprende oh polvo, a sujetarte. El Evangelista hablando de tu Dios, dice que estaba sujeto a ellos; sin duda a María y a José. ¡Avergüénzate polvo soberbio! Dios se humilla, ¿y tú te exaltas? Dios se sujeta a los hombres, ¿y tú deseoso de dominar a los hombres, quieres anteponerte a tu Dios?. Ojalá que mí, si llegare a tener semejantes pensamientos, se digne Dios responderme, lo que respondió también a su Apóstol reprendiéndole: “Apártate de mí, Satanás, porque no tienes gusto de las cosas que son de Dios”. Puesto, que, cuantas veces deseo mandar a los hombres, tantas pretendo ir delante de mi Dios, y entonces verdaderamente, ni tengo gusto ni estimación, de las cosas que son de Dios, ya que de él mismo se dijo: “Y está sujeto a ellos”. Si te desdeñas, hombre, de imitar el ejemplo de los hombres, a lo menos no puedes reputar por cosa indecorosa para ti el seguimiento de tu autor, sino puedes seguirle a todas partes a donde el fuere, síguele por lo menos a donde por ti bajo.

Si no puedes subir a la altura de la virginidad, por lo menos sigue a Dios por la muy segura senda de la humildad, de la cual, si las vírgenes mismas se apartaren, ya no seguirán al Cordero, el humilde que se manchó; le sigue también el soberbio; peor ni el uno ni el otro a cualquier parte que valla, pues ni aquel puede subir a la limpieza del Cordero, que no tiene mancha, ni éste se digna bajar a la mansedumbre, de quien enmudeció paciente, no ya delante de quien la esquilaba, sino delante de quien le manta. Con todo, más saludable modo de seguirle eligió el pecador en la humildad, que el soberbio en la virginidad; pues la humilde satisfacción de aquel purifica su inmundicia, cuando la castidad de este es manchada por la soberbia.