ME
AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ, ME AMA Y SE ENTREGA POR MI
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(n. 30)
32 Contemplando
la gratuidad y la sobreabundancia del don divino del Hijo por parte del Padre,
que Jesús ha enseñado y atestiguado ofreciendo su vida por nosotros, el Apóstol
Juan capta el sentido profundo y la consecuencia más lógica de esta ofrenda: «
Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos
a otros. A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud » (1
Jn 4,11-12).
El conocimiento de Jesucristo nos lleva al
descubrimiento del Amor. Toda la historia de la salvación es historia de amor,
toda la vida de Jesús es por amor: con razón podemos decir todo lo hizo “por
nosotros y por nuestra salvación.” Pero no como algo del pasado, sino que por
amor Jesucristo no da cada día de nuestra propia vida… por amor nos da las
gracias y consuelos espirituales, por amor nos concede todo los bienes
espirituales y materiales… por amor sigue renovando su sacrificio sobre el
altar cada vez que se celebra la santa misa, por amor sigue perdonando nuestros
pecados cuando acudimos a la confesión… Con razón podemos exclamar aquello de
San Pablo: “Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo
por mí.”
Este amor de Dios nos impulsa a cumplir el
mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Quién conoce y ha experimentado
el amor de Jesucristo, se siente necesariamente impulsado a amar; pero amar
como él nos ha amado: hasta dar la propia vida… Él es la medida del amor. La
pregunta para nosotros sería: ¿Yo amó? Y, si amo, ¿mi amor es como el de
Jesucristo?
Solo amando es como realmente podremos
vivir en Dios, ser felices, vivir en, por, para Cristo… Es amando como podremos
llegar a la eternidad porque Dios es Amor; porque solo el amor es capaz de transformarnos
y hacernos semejantes a él.
Benedicto XVI dirigía estas palabras a los matrimonios pero que podemos
aplicarnos a nosotros mismos: El amor es lo que hace de la persona humana la
auténtica imagen de Dios. (...) "Vuestra vocación no es fácil de vivir,
especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza
que puede verdaderamente transformar el mundo.”