Homilía de maitines
II DOMINGO DESPUES DE EPIFANIA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía
de San Agustín, Obispo.
El acudir al Señor como
convidado a una boda, de toda significación mística quiso confirmar que él
instituyo las bodas. Ya que había de suceder que algunos, de quienes habla el
Apóstol, habían de prohibir las bodas, diciendo que era cosa mala el casarse, y
el que el diablo las había inventado, siendo así que el mismo Señor dice en el
Evangelio: “preguntando si era licito al hombre despedir a su esposa, por
cualquier causa” que esto no es licito, excepto por causa de fornicación. En
cuya respuesta, podéis recordar que dice: “lo que Dios a unido, no lo separe el
hombre”.
Y los que están bien instruidos
en la fe católica, saben que Dios instituyo las bodas. Así como la unión es
obra de Dios, así el divorcio es obra del diablo. Con todo, en el caso de
fornicación, es lícito despedir a la consorte, ya que ella ha sido la primera
en no querer ser esposa, no guardando fidelidad conyugal al marido. Débese también tener presente que ni las mismas que
consagran su virginidad a Dios, aunque tengan un grado mayor de honor y de
santidad en la Iglesia, con todo no carecen de bodas, ya que tienen
participación con toda la Iglesia, en aquellas bodas en que Cristo es el
esposo.
El Señor asistió como invitado
a las bodas para confirmar la castidad conyugal, y para revelarnos la
significación misteriosa de aquellas bodas; en ellas la persona de Nuestro
Señor, estaba figurada por el esposo, a quien se dijo “ha reservado el buen
vino para lo último”. En efecto, Jesucristo ha reservado para estos últimos
tiempos el buen vino, es decir su Evangelio.