SANTA ERA SANTA MARTA
Santa era santa Marta, aunque no dicen que
fuera contemplativa; pues ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta
bienaventurada, que mereció tener a Cristo nuestro Señor tantas veces en su
casa, y darle de comer y servirle y comer en su mesa? Si hubiera estado como la
Magdalena, embebidas las dos, no habría habido quien hubiera dado de comer a
este divino Huésped (C 17, 5).
Pues pensad que esta Congregación es la
casa de santa Marta y que ha de haber de todo; y las que sean llevadas por Dios
por la vida activa, no murmuren de las que se absorben mucho en la
contemplación, pues aunque ellas callen porque la contemplación las hace
despreocuparse de sí mismas y de todo, saben que el Señor las ha de defender (C
17, 5).
Recuerde que es necesario que haya quien
le guise la comida, ténganse dichosas por andar sirviendo como
Marta. Miren que la verdadera humildad consiste en estar muy dispuestos a
contentarse con lo que el Señor quiera hacer con nosotros, y en hallarse
siempre indignos de llamarse sus siervos (C 17, 6).
Pues si tanto contemplar como hacer
oración mental y vocal y cuidar enfermos y servir en las faenas de la casa,
aunque sea en los servicios más humildes, todo es servir al Huésped que se
viene con nosotras a vivir y a comer y a recrear, ¿que más da hacer una cosa
que otra? (C 17, 6).
Esta es una gran merced que hace el Señor
que unifica la vida activa y contemplativa. En todo lo que hacen sirven al
Señor contemplando y trabajando a la vez; porque la voluntad está en lo que
hace, sin saber cómo lo hace y en su contemplación; la memoria y el
entendimiento trabajan como Marta; y así Marta y María andan juntas.