SIEMPRE
QUEDA ALGUN PROVECHO DE LA TENTACIÓN
Siempre
queda algún gran provecho de haber vencido la tentación, que no lo digo por no
alargarme; sólo digo lo que me acaeció una noche de las ánimas: estando en mi
oratorio rezando, terminando un nocturno, al decir unas oraciones muy devotas
de nuestro breviario, se puso el demonio encima del libro para que no terminara
la oración. Yo me santigüé y él se fue. Comencé otra vez el rezo y volvió. Creo
que comencé tres veces y, hasta que no eché agua bendita, no pude terminar. Vi
que en aquel instante salieron algunas almas del purgatorio, que les debía de
faltar poca purificación, y pensé que quizá quería impedirlo (V 31, 10).
Si
queréis vengaros del demonio y veros más pronto libres de la tentación, en
cuanto os acometa, pedid a la priora que os mande hacer algún servicio humilde,
o hacedlo vosotras como podáis, e id pensando cómo doblegaréis vuestra voluntad
en cosas que la contraríen (C 12, 7).