CONMEMORACIÓN MENSUAL DEL PADRE PÍO.
Julio 2015
El descanso y las vacaciones del cristiano
¡Alabado sea Jesucristo!
Queridos hermanos:
Una vez más, acudimos como cada mes, a
esta escuela de piedad y devoción en torno al Padre Pío de Pietrelcina. Desde
su humilde y remoto convento, nuestro querido P. Pío hizo una gran labor de
dirección espiritual de la que muchísimas personas de todos los lugares del
mundo. El Padre Pío, ahora glorioso en el cielo, sigue intercediendo por
nosotros y con su propia vida y enseñanzas sigue siendo para nosotros un padre
espiritual, un consejero, y un guía en nuestro camino de fe. Nosotros, con
nuestra asistencia mensual, queremos a acogernos a él, escuchar sus palabras
que nos hablan de Dios y caminar con su ayuda hacia la eternidad.
Estamos en tiempo de verano, tiempo de vacaciones… Un
tiempo en el que los días son más largos, en los que sale más habitualmente de
la rutina, se aprovecha más para visitas a la familia y amigo, se pasa más
tiempo en familia….
El verano es también el momento en el que se celebran
las fiestas de los pueblos: ocasiones para el encuentro, para el descanso, para
la diversión y el recreo…. También cada vez más –por desgracia- se multiplican
las fiestas del neopaganismo -la nueva religión que se está imponiendo sin que
nos demos cuenta-: El laicismo, el mundo sin Dios.
Desde la fe cristiana podemos hacer una breve
reflexión sobre este tiempo de vacaciones y sobre la necesidad del descanso,
ley que Dios ha impuesto en nuestra propia naturaleza.
No pensemos que es una reflexión inútil: vivimos
inmersos en un mundo capitalista y utilitarista, donde el criterio de juicio es
el dinero, la producción, el enriquecimiento… Quizás, en ningún tiempo como
hoy, se ha vivido de forma general en un hiperactivismo que absorbe a la misma
persona, impidiendo la profundización y la asimilación del misterio de Dios y
de la propia existencia… ¡Hacer, hacer, hacer…! No podemos pararnos a pensar y
a meditar. ¡Eso no nos sirve de nada!¡Eso no da dinero! Este activismo y
aceleramiento de la vida, tiene consecuencias de las que todavía no somos muy
conscientes pero que cada vez se hacen más patentes en las enfermedades
mentales y físicas, y el mismo “stress” al que se ve sometido el hombre
moderno.
En el lenguaje poético del relato de la Creación,
vemos como Dios trabaja y al terminar cada día su obra, descansa. Al séptimo
día, concluida la creación del cielo y la tierra, nos dice el libro del Génesis
que Dios descansó de todo el trabajo que
había hecho.
Al crear al hombre e imponerle la ley del trabajo,
Dios mismo estableció en nuestra naturaleza la necesidad de descansar con la
ley del sueño. ¡Aunque quisiéramos, no aguantaríamos tres días sin dormir nada!
La misma tierra y la naturaleza tienen impuesta esta ley y que podemos observar
en los diferentes periodos ciclos por los que pasa durante el año.
Cuando Dios libera a Israel de la esclavitud de Egipto
y hace la alianza con él, establece por medio de Moisés el descanso semanal del
sábado, y también las fiestas y celebraciones en las que el pueblo había de
cesar su trabajo y rendir el culto debido a Dios.
Jesús mismo en el Evangelio, aparece descansando.
¡Acordémonos en la barca, cuando se formó la tempestad en el lago, el buen
Jesús estaba dormido! Él mismo en diferentes ocasiones invita a sus apóstoles a
ir a un lugar retirado y tomar descanso después de los trabajos apostólicos. Él
mismo, en la noche trágica de su Pasión, disfruta como tantas otras veces en el
Evangelio, de la compañía de sus amigos en torno a una mesa.
Dios es infinitamente sabio. ¿Por qué razón quiso establecer en
nosotros esta necesidad de descanso? Dios ha querido establecer en la
naturaleza humana el descanso para que el hombre no se confundiese creyéndose
dios, y así, viendo se criatura y limitado, lo reconociese como Dios, el que siempre
es y eternamente existe, sin cambio ni distinción, Dios eterno e inmutable.
Nosotros no somos dioses, no podemos hacer todo lo que queremos,
no somos omnipotentes, nos faltan las fuerzas y el agotamiento nos vence cada
día… En la humildad de reconocernos criaturas pobres y limitadas, cantamos y
confesamos que solo Dios es Omnipotente, que él ha hecho todas las cosas y todo
nos los da, en su providencia amorosa, para nuestro bien.
Reconocernos criaturas es lo que ha de dar sentido a toda nuestra
vida y que el Padre Pio expresa de esta manera tan hermosa: “Vivamos con el corazón orientado siempre
hacia Dios, que nos ha creado y nos ha puesto en este mundo para conocerle,
amarle y servirle en esta vida y después gozar de él eternamente en la otra.”
Esa “orientación del
corazón siempre hacia Dios” de la que nos habla el Padre Pío, ha de ser
la motivación y el principio que rija cada acción, cada pensamiento, cada
proyecto. Ha de ser el principio de cada día de nuestra vida, de cada mes, de
cada año, de cada estación, del trabajo y también del tiempo de descanso y de
vacaciones. “Ya comáis, ya bebáis, ya
durmáis, hacedlo todo en nombre del Señor” –dice el Apóstol.
“Vivamos con el corazón
orientado siempre hacia Dios”, porque Dios no se va de vacaciones y en la
vida espiritual y en la santidad no hay vacaciones entendidas como un “no hacer
nada”. Con razón la cultura romana entendía las vacaciones como un cambio de
ocupación. El cristiano no puede dejar de hacer el bien en toda ocasión y
circunstancia. El cristiano no puede, no debe, desorientar su corazón hacia
algo o alguien que no sea Dios, pues esto es el pecado, que nos aparta de él. “Hagamos –nos dice el Padre Pio- hagamos el bien mientras disponemos del
tiempo, y daremos gloria a nuestro Padre del cielo, nos santificaremos a
nosotros mismos, y daremos buen ejemplo a los demás.”
Por tanto; si queremos vivir el descanso y el tiempo de vacaciones
“con el corazón orientado siempre hacia Dios”, hemos de intentar poner en
práctica el mandamiento más importante de la ley de Dios: Amarlo a el sobre
todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
1.Amar a Dios sobre todas las cosas: santificando el domingo y los
días de precepto, cuidando la vida de oración, frecuentado los sacramentos,
aprovechando para leer y meditar la Palabra de Dios, profundizando en la fe
leyendo obras espirituales y vidas de santos… dedicándole más tiempo –no menos-
que cuando tenemos que cumplir las obligaciones del trabajo.
2. Amar al prójimo como a nosotros mismos: amando a los de la
propia casa, disfrutando y valorando el hermoso don de la familia, visitando a
aquellos que están más lejos, compartiendo más tiempo con ellos, practicando
las obras de misericordia, dando gracias a Dios también cuando en nuestro
viajes conocemos lugares nuevos... Con respeto a este amor al prójimo nos dice
el mismo Padre Pio: No os neguéis de ningún
modo y por ningún motivo a practicar la caridad con todos; más aún, si se os
presentan ocasiones propicias, ofrecerla vosotros mismos. Mucho agrada esto al
Señor y mucho os debéis esforzar por hacerlo.
Acudiendo a la intercesión de la Virgen y de San Pio de Pietrelcina,
pidamos la gracia de vivir siempre con nuestro corazón orientados hacia Dios.
Tengamos una intención especial también por tantas personas que por diversas
razones no pueden disfrutar de un tiempo de descanso y vacaciones, para que
siempre encuentren el consuelo de Dios que nos concede el descanso y el sosiego
a nuestras almas y la ayuda fraterna de los hermanos. Que así sea.