Santo Rosario.
Por la señal...
Monición inicial:
Se hace hoy memoria en la forma extraordinaria de San Vicente de Paul, sacerdote
francés del siglo XVII, fundador y promotor incansable de la caridad.
Confiado en la intercesión de la Virgen decía: “Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas
importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del
buen Jesús, su Hijo..”
Meditamos este rosario con sus pensamientos y lo ofrecemos para que cada
uno de nosotros tomemos conciencia de la obligación de amar a Dios y al
prójimo.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS GLORIOSOS
1.-La
Resurrección del Señor.
“Nuestro
Señor nos ha librado de esas dos muertes, no ya para que pudiéramos evitar la
muerte, pues eso es imposible, pero nos libra de la muerte eterna por su
gracia, y por su resurrección da vida a nuestros cuerpos, pues en la santa
comunión recibimos el germen de la resurrección… Para imitarle, vosotras
devolveréis la vida a las almas de esos pobres heridos con la instrucción, con
vuestros buenos ejemplos, con las exhortaciones que les dirigiréis para
ayudarles a bien morir o a recobrar la salud, si Dios quiere devolvérsela. En
el cuerpo, les devolveréis la salud con vuestros remedios, cuidados y
atenciones. Y así, mis queridas hermanas, haréis lo que el Hijo de Dios hizo en
la tierra.”
2.- La
Ascensión del Señor
“Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él (Jn 14, 23). Estas palabras del evangelio de hoy (día de
Pentecostés), que nos hablan del amor, nos servirán de tema para hablar del
amor que nuestro Señor pide de nosotros… Así lo haremos (entrar en este amor),
si estamos animados por el Espíritu Santo, que es el amor que une a las
personas de la Santísima Trinidad en sí misma y a las almas con la Santísima
Trinidad. Hagamos para ello un acto interior, recurriendo a la Santísima Virgen
y diciéndole: Sancta Maria, ora pro nobis… Si amamos a Nuestro Señor, seremos
amados por su Padre (Jn 14, 21), que es tanto como decir que su Padre querrá
nuestro bien, y esto de dos maneras: la primera, complaciéndose en nosotros,
como un padre con su hijo; y la segunda, dándonos sus gracias, las de la fe, la
esperanza y la caridad por la efusión de su Espíritu Santo, que habitará en
nuestras almas (Rom 5, 5), lo mismo que se lo da hoy a los apóstoles,
permitiéndoles hacer las maravillas que hicieron. La segunda ventaja de amar a
Nuestro Señor consiste en que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vienen al
alma que ama a nuestro Señor (Jn 14, 23), lo cual tiene lugar: l.º por la
ilustración de nuestro entendimiento; 2.º por los impulsos interiores que nos
dan de su amor, por sus inspiraciones, por los sacramentos, etcétera. El tercer
efecto del amor de nuestro Señor a las almas es que no sólo las ama el Padre, y
vienen a ellas las tres divinas personas, sino que moran en ellas. El alma que
ama a Nuestro Señor es la morada del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
donde el Padre engendra perpetuamente a su Hijo y donde el Espíritu Santo es
producido incesantemente por el Padre y el Hijo.”
3.- La Venida
del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en torno a la Virgen María
“Sí,
el Espíritu Santo, en cuanto su persona, se derrama sobre los justos y habita
personalmente en ellos. Cuando se dice que el Espíritu Santo actúa en una
persona, quiere decirse que este Espíritu, al habitar en ella, le da las mismas
inclinaciones y disposiciones que tenía Jesucristo en la tierra, y éstas le
hacen obrar, no digo que con la misma perfección, pero sí según la medida de
los dones de este divino Espíritu.”
4.- La
Asunción de María Santísima a los Cielos
“Hijas
mías, pongámonos bajo su dirección, prometamos entregarnos a su divino Hijo y a
ella misma sin reserva alguna, a fin de que sea ella la guía de la Compañía en
general y de cada una en particular.”
5.- la
coronación de la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado.
“Santísima
Virgen, tú que hablas por aquellos que no tienen lengua y no pueden hablar, te
suplicamos, que asistas a esta pequeña Compañía. Continúa y acaba una obra que
es la mayor del mundo; te lo pido por las presentes y por las ausentes. Y a ti,
Dios mío, te suplico por los méritos de tu Hijo Jesucristo que acabes la obra
que has comenzado.”