COMENTARIO AL
EVANGELIO DEL DÍA
MARTES DE LA OCTAVA
DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria
del Rito Romano
El
Espíritu Santo, a través del cual Dios viene a nosotros, nos trae vida y
libertad. Miremos ambas cosas un poco más de cerca. "Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia", dice Jesús en el evangelio de san
Juan (Jn 10, 10). Todos anhelamos vida y libertad. Pero ¿qué es esto?, ¿dónde y
cómo encontramos la "vida"?
Yo
creo que, espontáneamente, la inmensa mayoría de los hombres tiene el mismo
concepto de vida que el hijo pródigo del evangelio. Había logrado que le
entregaran su parte de la herencia y ahora se sentía libre; quería por fin vivir
ya sin el peso de los deberes de casa; quería sólo vivir, recibir de la vida
todo lo que puede ofrecer; gozar totalmente de la vida; vivir, sólo vivir;
beber de la abundancia de la vida, sin renunciar a nada de lo bueno que pueda
ofrecer. Al final acabó cuidando cerdos, envidiando incluso a esos animales.
¡Qué vacía y vana había resultado su vida! Y también había resultado vana su
libertad.
¿Acaso
no sucede lo mismo también hoy? Cuando sólo se quiere ser dueño de la vida,
esta se hace cada vez más vacía, más pobre; fácilmente se acaba por buscar la
evasión en la droga, en el gran engaño. Y surge la duda de si de verdad vivir
es, en definitiva, un bien. No. De este modo no encontramos la vida.
Las
palabras de Jesús sobre la vida en abundancia se encuentran en el discurso del
buen pastor. Esas palabras se sitúan en un doble contexto. Sobre el pastor,
Jesús nos dice que da su vida.
"Nadie
me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (cf. Jn 10, 18). Sólo se
encuentra la vida dándola; no se la encuentra tratando de apoderarse de ella.
Esto es lo que debemos aprender de Cristo; y esto es lo que nos enseña el
Espíritu Santo, que es puro don, que es el donarse de Dios. Cuanto más da uno
su vida por los demás, por el bien mismo, tanto más abundantemente fluye el río
de la vida.
En
segundo lugar, el Señor nos dice que la vida se tiene estando con el Pastor,
que conoce el pastizal, los lugares donde manan las fuentes de la vida.
Encontramos la vida en la comunión con Aquel que es la vida en persona; en la
comunión con el Dios vivo, una comunión en la que nos introduce el Espíritu
Santo, al que el himno de las Vísperas llama "fons vivus", fuente
viva. El pastizal, donde manan las fuentes de la vida, es la palabra de Dios
como la encontramos en la Escritura, en la fe de la Iglesia. El pastizal es
Dios mismo a quien, en la comunión de la fe, aprendemos a conocer mediante la
fuerza del Espíritu Santo.
Benedicto XVI, 3 de
junio de 2006