MES DE NOVIEMBRE
EN SUFRAGIO DE
LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Francisco Vitali
Por la señal…
ORACIÓN INICIAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA 1
MEDITACIÓN
EXISTENCIA DEL PURGATORIO
La muerte es cierta. Está ya dado el gran decreto en virtud del cual todos los hombres han de morir. Cualquiera otra desgracia podrá evitarse, pero la muerte jamás, no hay estado que libre de ella, ni edad, ni condición, ni sexo, ni ninguna otra defensa humana. Desde el primero hasta el último de los hombres tienen que ver su ocaso, y ya muchos llegaron a él, otros los siguen, y todos, como el agua que se desliza, caeremos finalmente en el sepulcro sin remedio, y entre tanto ¿qué es lo que hacemos nosotros ¡oh cristianos! preparémonos al inevitable fin que nos espera; ¡oh cuán amarga no será la muerte si no nos disponemos con tiempo a recibirla! Con la muerte se sale de este mundo y se va a la otra vida, ¿y qué cosa hay en la otra vida? La fe nos enseña que hay un Paraíso. Un Infierno, un Purgatorio.
Las almas perfectas, no reas de culpa, no deudoras de pena, libres de los lazos del cuerpo, al punto, vuelan a gozar en el Paraíso. Las almas manchadas con culpa grave, son arrastradas por el peso de sus iniquidades al Infierno para recibir el merecido castigo de la Divina Justicia. ¡Oh, que diversidad entre las unas y las otras! Aquellas eternamente bienaventuradas, con Dios; estas condenadas para siempre, con los demonios. ¿Cuál de estas dos suertes queremos nosotros?, en nuestra mano está la elección: si queremos el Paraíso con los justos, vivamos como viven los justos; si nos horroriza el Infierno, huyamos del pecado que conduce al Infierno. Pero si el alma sorprendida de la muerte se hallase no en pecado mortal, ni en la más perfecta justicia, sino en un estado medio, por decirlo así, y por lo cual ni pudiera ser condenada al Infierno por no ser digna de tanta pena, ni ser introducida luego al Paraíso por no ser digna aún de tanta gloria, ¿a dónde irá? He aquí la necesidad de establecer un lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno, lugar no de término sino de tránsito, donde las almas de los fieles difuntos, como el oro se purifica de la escoria, se purifican también ellas y se perfeccionan para la gloria. Ahora bien, en este lugar caen la mayor parte de las almas que se salvan, y pocas se libran de él, porque son pocas las que no quedan contaminadas del polvo mundano; ¿deseamos nosotros evitarle? Purifiquémonos perfectamente en esta vida, supuesto que quien sale purificado de ella vuela directamente al Cielo.
ORACIÓN
¡Oh, Cielo, Cielo, tú nos atraes poderosamente con tus premios! ¡Infierno, Infierno, tú nos espantas horriblemente con tus castigos! ¡Purgatorio, Purgatorio, tú nos llenas de compasión y de piedad por tus penas! Oíd, oh gran Dios, nuestras súplicas: cerrad para todos los fieles las puertas del horroroso abismo, abrid para ellos los de la gloria bienaventurada y librad, ¡oh Señor!, de sus penas a cuantas almas se encuentran en el Purgatorio, llamadlas a gozar con vos de la inmarcesible corona de la eterna felicidad.
JACULATORIA
Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.
(x3)
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padre nuestro… (se recita en silencio)
V. Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.