viernes, 3 de abril de 2020

Viacrucis mariano. D. Jose Maria Feraud García





SANTO EJERCICIO DEL VIACRUCIS
compuesto por D. Jose María Feraud García, O.D. (1890-1973)
Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición: Señor mío Jesucristo

Introducción: Ven alma mía, ven a mi lado sé mi consuelo en esta hora de prueba. Sígueme y te llevaré por la senda de la perfección, que es la del Calvario.
Atiende a mis palabras y aprenderás a amar y a su sufrir a ejemplo de mi Divino Hijo, que tanto sufrió por tu amor, y sufriendo, quiso redimirte, para que aprendas tú a santificarte padeciendo por su amor.

Al principio de cada estación se puede decir:
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y al final de cada estación:
V/. Señor, pequé.
R/. Tened piedad y misericordia de mí y de todos los pecadores.
V/. Bendita y alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
R/. Y los Dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
Para ganar las indulgencias del Vía Crucis es necesario levantarse y arrodillarse en cada estación.


PRIMERA ESTACIÓN.
JESÚS CONDENADO A MUERTE
Si quieres consolarme no lograrás disminuir mi dolor, si no veo en ti un eficaz ánimo para seguirme en el doloroso camino que voy a comenzar siguiendo los pasos de mi amado Hijo y Señor, Jesús; para esto necesitas en primer lugar, renunciar a todo cuanto pueda impedir en ti el cumplimiento de los designios de la Divina Providencia.
Mira cómo Jesús y yo, hemos renunciado ya a todo, ni Él usa de su Poder contra el malvado e injusto juez, o hacer inútil su injusta sentencia, pues no hay nada imposible para El que es Dios; ni yo empleo mi eficaz intercesión para impedir esta injusticia, porque vemos en ella la Voluntad del Padre Celestial, por eso Jesús renuncia todo lo terreno, incluyendo su propia vida, y yo uno mi sacrificio al suyo, y me resigno también a la privación de mi Hijo, mediante una muerte deshonrosa…
Si quieres consolarme, tienes primero que seguir nuestro ejemplo, y desligar tu alma de todo lo que te impida cumplir fielmente la Divina Voluntad. Por la sentencia de muerte, que para redimirte escuchó y aceptó mi Divino Hijo, yo te pido que dictes tu propia sentencia de muerte contra todo lo que a ti te aparte del amor de Jesús. ¿Darás este consuelo a mi doloroso Corazón?
SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGADO CON LA CRUZ
Contempla ahora cómo cargan sobre los lastimadísimos hombros de Jesús, la misma Cruz en que va a ser atormentado. Si pudieras conocer los sentimientos íntimos de su Alma, verías con qué ansias la esperaba y con qué alegría la recibe; pero mira al manos, ¡con cuánto amor la abraza!, antes de cargarla sobre sus destrozados hombros…
¿No te conmueve este ejemplo de Jesús, que sin merecerlo, sin necesidad de padecer, abraza con verdadera alegría al madero en el que iba a morir para salvarte?
Alma querida, no te contentes con vaciarte de ti misma; es preciso que te asemejes en todo a Jesús, Él sea tu Modelo, ahora que lo ves abrazando la Cruz; pero para que te sea más fácil conseguirlo, acércate más a mí, y te enseñaré a abrazarla, como yo también lo hago, porque tengo mi ser y mi querer totalmente identificados y fundidos con los de mi Divino Hijo.

TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
No te desanime el temor de que caerás; ¿No vez el ejemplo de mi Divino Hijo? Él también cayó, no porque le faltara Poder para evitar el golpe, sin porque preveía que tú habías de caer; y como en todo quiere servirte de modelo, necesitaba enseñarte a caer y a levantarte.
Las piedras del suelo y lo accidentado del camino, junto con los empujones de la gente, le hicieron perder el equilibrio, y cayó…, pero se levanta tan pronto su llagado cuerpo se lo permite, y cargando de nuevo su amada cruz, prosigue su doloroso camino… regándolo con la Sangre de sus múltiples heridas, que se renovaron en su caída…
También en tu camino encontrarás dificultades, pruebas y contradicciones, pero no sueltes por eso la Cruz, y si caes, acude enseguida a mí, que te ayudaré a levantarte con más ternura que la que tuvieron los soldados que, a golpes, levantaron a mi Hijo, y pondré de nuevo la cruz sobre tus hombros, para que en nada te diferencies del único Modelo, que sabe señalar con su Divina Sangre el camino estrecho que conduce al Cielo.

CUARTA ESTACIÓN
JESÚS SE ENCUENTRA CON MARÍA
No puedes conocer el afecto que iba envuelto en mi mirada, hacia Aquél que es mi Hijo, mi Dios, mi vida, mi respiración, nadie más que El mismo , pudo explorar el amarguísimo mar de mi Corazón.
Mi vista se encontró con la de mi Hijo, y en aquella mirada que compartimos, nos compartimos todos nuestros dolores, pues los límites del dolor, por el amor se igualan…
A la vista de nuestros dolores, nuestro sufrir se incrementó, y nos dimos un martirio mutuo, a pesar de la ternura con la que nos amábamos; ahí tienes una nueva lección, para que aprendas a sufrir las cruces que te ocasionan los que te aman.
¡Cuántas cruces te esperan por todas partes!... Pero tú, ten la vista siempre fija en Jesús. También Jesús y yo sabíamos que íbamos a sufrir y nos miramos para unir nuestro dolor… ¡en sufrir por amor, gozan los que se aman!

QUINTA ESTACIÓN
JESÚS ES AYUDADO A LLEVAR LA CRUZ
Ten ánimo, alma muy amada, y agranda tu corazón, viendo el ejemplo de mi Divino Hijo, que también sintió el peso de su Cruz, y también se vio abrumado por su desproporcionada carga y necesitó ser ayudado a llevarla para poder llegar al monte del sacrificio.
¡Cuánto sufrió entonces mi Corazón de Madre al no poder ayudar con mis propios brazos al Hijo de mis entrañas! Pero ahora contigo es muy distinta mi situación; cuando sufras y te sientas agobiada por el peso de tu cruz, cuando te parezca que no puedes continuar, acude a mí, llámame, y yo acudiré inmediatamente, te ayudaré a llevarla: ¡haré contigo el oficio que Simón de Cirene realizó con mi querido Hijo!
¡Teniendo mi ayuda, aceptarás soportar la cruz, que el Señor, por tu bien, te envía! ¿Por qué no acudes a mí con mayor frecuencia y confianza, cuando te sientas agobiada por su peso? ¿Olvidas que más que tu Reina, soy tu Madre?

SEXTA ESTACIÓN 
JESÚS Y LA VERÓNICA
Mira, ahí tienes a Verónica, ve cómo se abre paso entre los soldados y limpia con su velo el sudor, la Sangre, el polvo y demás suciedades que afeaban aquel Rostro sin par, en que los Ángeles se miraban con respeto y admiración…
De modo semejante haré que se compadezca de ti algún alma sencilla y buena, procurando mediante ella, limpiarte de esas imperfecciones y pecados que afean más a tu alma, por esos pecados estaba desfigurado el bellísimo Rostro de mi Ho, tu Salvador… Ocasionaré a tu lado un director espiritual, que con el lienzo tosco de la mortificación te limpie de todos esos defectos, que le ennegrecen y desfiguran… ¿te dejarás limpiar? ¿Impedirás que la dolorida Faz de mi amado Jesús quede impresa en tu alma?

SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Contempla cómo se portan con mi Divino Hijo y Redentor del mundo… le llevan atado cruelmente, a empujones le impiden avanzar y entre todos le hacen caer por segunda vez… Pero no se detiene ahí su crueldad inhumana, fíjate bien cómo le obligan sin compasión alguna a levantarse, renovando con nuevos golpes todas sus heridas… ¡heridas que se abrieron para lavar sus culpas!
Así son los hombres mundanos, malos y perversos, ¡ayudan a caer! Y ni siquiera tienen compasión de los caídos…
Huye del mundo, y no consientas nunca que tu corazón esté atado a lo mundano. Pero si, a pesar de tus preocupaciones y esfuerzos, caes, acude a Mí, que yo te levantaré con tiernos y maternales cuidados, como las madres levantan a sus pequeños.

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES
Tal vez encuentres en tu camino, algún alma, que sinceramente llore tus contrariedades, pero ¡cuán pocas serán estas! En tal caso agradece sus consuelos, procurando no dejarte vencer en generosidad, pero no pongas en ello tu felicidad, pues es cosa pequeña el humano consuelo.
Ya vez lo que hizo el Dulcísimo Jesús con aquellas hijas de Jerusalén, a quienes vio derramar lágrimas de compasión; les dijo que no lloraran por El, sino por ellas mismas y por sus hijos, por las desgracias que les iba a suceder; porque si veían tratar de aquel modo al Árbol lleno de frutos, ¿cómo sería con el árbol seco y sin frutos?
Los consuelos exteriores, a veces impiden el propósito final de nuestro fin sobrenatural. El alma que quiere ir adelante por el camino que marca la Preciosísima Sangre de mi Jesús, solamente debe desear junto conmigo, lo que desea Jesús…

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Es verdad, hija mía, que el sufrimiento obstruye nuestros gustos, y aún entonces el dolor fatiga y debilita nuestro cuerpo… pero mira, para servirte de consuelo y ejemplo ahí tienes a mi amadísimo Hijo, caído por tercera vez en tierra a causa de su debilidad. Pero como en el alma no le faltaban fuerzas para amar la Cruz, observa cómo suplen las fuerzas espirituales a las que naturalmente debían faltar a su Cuerpo herido y desangrado, y se levanta para proseguir con buen ánimo hasta la cima del Calvario…
Aprovéchate de esta preciosísima lección y sustituye con los grandes anhelos de tu corazón las fuerzas corporales, cuando veas que te faltan para continuar el camino de la virtud. Dios no quiere almas caídas y que quieran permanecer así; ¡ánimo! Yo te daré mi mano para que te levantes y continúes por el camino que te diseñará mi bendito Hijo, marcándolo con sus ensangrentadas huellas.

DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
¡Ah! Si tú pudieras conocer los misterios, que se desarrollaron en estos momentos sobre el Calvario, que se convirtió en el altar del sacrificio sangriento del mismo Dios. Ya que el entendimiento nunca logrará comprender los íntimos sentimientos del alma de mi Hijo, mira, al menos sus acciones exteriores que bastante podrás aprender considerándolas…
¿Ves cómo le quitan sus vestiduras? ¿Cómo se reparten su ropa y sortean su túnica que con tanto amor yo le tejiera? Una lección de esto es que, para disponerte al sacrificio, necesitas primero despojarte de todo, al menos con el afecto… Quien se haya apegado a las cosas de la tierra, no puede estar dispuesto a entregarse totalmente a Dios, si no tiene voluntad para desligarse de ellas, aunque esto le cueste mucho y deba derramar sangre, como la vertió mi amadísimo Hijo por las heridas que le renovaron al quitarle su ropa.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Contempla cómo clavan en el santo madero de la Cruz a un Cuerpo delicadísimo, fruto de mis virginales entrañas, que si no fuera por la certeza de que es mi Hijo, apenas podría reconocerlo por causa de las heridas que le han convertido en una dolorosísima Llaga…
Míralo bien levantado sobre la tierra, regándola con su Preciosísima Sangre que brota de los hoyos que le han hecho los duros clavos…
Ahí tienes cómo trata el Cordero Inocente a su propio Cuerpo, tan sólo por haber cargado con los pecados ajenos. ¿y tú, estás esclavizada a tu cuerpo, a tus gustos de comida, bebida, vestido, o tienes crucificado tus sentidos, para dar con ellos solamente Gloria a Dios y servicio útil a los demás para su salvación?
Dios se deja crucificar por redimirte… ¿y tú me preguntas qué debes hacer viendo tal ejemplo?...

DUODÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Aún te falta, alma mía, el último sacrificio, que es el resumen de todos; es preciso, que a ejemplo de mi Jesús, mueras simbólicamente y entregues tu espíritu en manos de tu Creador, para que renazcas a nueva vida.
Debes de morir y sacrificarlo todo, para poder decir después que ya no eres tú quien vive, sino mi Jesús el que vive en ti, porque tu voluntad, es una sola cosa con el Querer Divino…
Para este cambio de vida, yo puedo encargarme de ayudarte a ejecutarlo, si te pones totalmente en mis maternales manos, siguiendo el encargo que me hizo mi Divino Hijo desde este mismo árbol de la Cruz antes de expirar, cuando me constituyó como Madre tuya.
Por los dolores que yo sufrí entonces al pie de la Santa Cruz, te pido, que escuches a mi moribundo Hijo, y sacrificándolo todo, muriendo a todo, te entregues a mí, para que yo te enseñe a vivir en, con, para y por Cristo.

DECIMO TERCERA ESTACIÓN
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE LA MARÍA
Ahora que has muerto a todo lo mundano, y voluntariamente sacrificada en la Cruz por amor, ven, ven hija a mis brazos, en estos brazos en los que también descansó el Cuerpo sin vida de mi Jesús…
Los dolores que sufrí al estrechar contra mi pecho aquellos miembros Divinos cubiertos de heridas y helados por el frío de la muerte, los veo ahora consolados, al poder recibir entre mis brazos a tu ser muerto para todo lo que es el mundo, pero viviendo la verdadera Vida, que sabe comunicar la Gracia a las almas crucificadas con Cristo…

DECIMO CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO
Ven conmigo al Sagrado entierro del venerado cadáver de mi divino Hijo… Acompáñame en este último paso de mi vía dolorosa, y aprenderás a sufrir hasta el fin. Pero lo que más quiero que medites es sobre el misterio que encierra el hecho de haber sido sepultado Aquél que siendo Resurrección y Vida había de salir triunfante en breve tiempo, de entre los muertos.
Entre otros fines, Dios lo dispuso así, para que tú aprendieras también a sepultarte en vida, y ya que estás muerta a los sentidos y sólo para El vives, te contentes con la vida interior de Fe y Amor, que reflejarás en tu diario vivir, contagiando a los demás de la alegría del Resucitado, mientras que todo tu consuelo y tu corazón, estén encerradas con El, en la espera de reunirte a Jesús, en la Verdadera Vida, donde la felicidad no tiene fin, y se incrementa momento a momento.
Sigue, con el ejemplo de mi Santísimo Hijo, el camino de la humildad, y comparte con El la soledad del sepulcro, manteniendo siempre viva la esperanza en sus Palabras, que prometen al que le es fiel, la recompensa eterna.


Para ganar la indulgencia concedida al rezo del Viacrucis, por las intenciones del Papa.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria