15 de agosto
MEDITACIÓN PARA
LA FIESTA DE LA ASUNCION DE LA SANTISIMA VIRGEN
San Juan Bautista de la Salle
San Juan Bautista de la Salle
La
Santísima Virgen, absorta en amor divino durante todo el tiempo de su
permanencia en el mundo, seguía en él a su pesar, y sólo para sujetarse al
querer de Dios; por eso, la muerte le pareció dulce y agradable. Y como su
alma, por decirlo así, vivía muy poco apegada al cuerpo, murió sin dolor.
La
extrema alegría que experimentó entonces, causa da por el deseo de ver a Dios
que la poseía, llenó de tal consuelo su alma que, tranquila y sin violencia
alguna, pasó de la tierra al cielo.
¡Feliz
desasimiento de los lazos corporales en el alma de María, desligada de todo
cuanto pudiera tenerla prendida a lo terreno!
Nosotros
dimos el adiós al mundo; nada, por consiguiente, ha de ser capaz de apegarnos a
él, ni impedirnos estar siempre dispuestos a morir. Ese es el fruto del
desapego total de lo caduco: sólo duele morir porque cuesta dejarlo que se ama
y a lo que se vive aficionado.
Tomad,
pues, como tarea ir imitando vosotros el absoluto desasimiento de la Santísima
Virgen y pedid a Dios, por su auxilio, la gracia de bien morir.
No
permaneció mucho tiempo la Santísima Virgen en el sepulcro. Resucitó a los
pocos días de expirar.
Era
convenientísimo que Dios le otorgara tal favor; pues, a la verdad, no hubiera
parecido decoroso que la carne de donde Jesucristo tomó la suya, quedara sujeta
a la corrupción. Era también muy proporcionado a la bondad de Dios que, la
pureza singularísima de la Santísima Virgen, fuese recompensada con tan
especial privilegio.
¡Cómo
habrías podido permitir, oh Dios mío, que el cuerpo de la Virgen Santísima,
sagrario del Verbo hecho carne, templo del Espíritu Santo y arca santa de un
alma henchida de gracias, quedase por mucho tiempo ausente de ésta, y dejara de
recibir, aun después de muerto, todas las prerrogativas con que pudiera ser
honrado!
Como
gracia peculiar, debemos pedir este día a la Santísima Virgen que nos aleje y
nos ponga de todo en todo a cubierto de la corrupción del siglo y,
especialmente, que nos alcance singular pureza, la verdadera incorruptibilidad
que debemos apetecer para nuestros cuerpos.
La
Virgen Santísima, que poseyó esta virtud en toda su perfección, puede ayudarnos
en gran manera a conservarla.
El
más excelso favor que recibió la Santísima Virgen después de morir, y que la
Iglesia honra particularmente este día, es su traslación en cuerpo y alma, por
los ángeles al cielo.
Era
muy justo que su sagrado cuerpo, cielo animado, como dice san Juan Damasceno,
ocupara su lugar en la gloria tan pronto como dejase de vivir en el mundo; y
que la Madre del Verbo encarnado fuera al instante arrebatada por Él, para
colocarla cerca de Sí, donde recibiese la honra que merece tan admirable
prerrogativa Por eso fue levantada sobre todos los espíritus bienaventurados, que
la veneran como su Soberana.
Era
también muy justo que la Santísima Virgen, enriquecida con tal copia de
gracias, a las que correspondió fidelísimamente, fuera asimismo colmada de
gloria; y que su cuerpo, espiritualizado por la renuncia a los placeres
sensibles, sólo muriese para conformarse a la ley común, mas siguiese de cerca
a su alma en el cielo.
Si
de todo punto nos desligamos del cuerpo, llevaremos vida celestial en la
tierra; y, por haber recibido de antemano cierto modo de incorruptibilidad,
aunque muerto, vivirá siempre ante Dios, merced a la transformación que en él
habrá operado la gracia.
Pedid hoy a la Santísima
Virgen os alcance este favor: que, compartiendo la vida del alma por la
mortificación de los sentidos, no halle gusto vuestro cuerpo en cosa que sea de
la tierra, sino que viva ya de algún modo como ciudadano del cielo.