lunes, 31 de diciembre de 2018

TRES MEDITACIONES AL ACABAR EL AÑO. San Juan Bautista de la Salle



SOBRE LO QUE SE HA HECHO O DEJADO DE HACER PARA CON DIOS DURANTE EL AÑO
Estamos en el mundo únicamente para amar a Dios y darle gusto. No debemos hacer otra cosa durante toda nuestra vida, porque eso es lo primero que Dios nos manda y que " por sí solo encierra toda la ley ", según afirma el Señor (1). Y ha de ser tan grande nuestro amor a Dios, que no amemos nada sino a Dios o por Dios.
Podemos probar nuestro amor de tres maneras: primera, concibiendo sumo aprecio de Dios; segunda, aficionándonos sólo a Dios; tercera, haciéndolo todo por Dios.
¿Habéis hecho patente durante el año que sólo a Dios estimáis? ¿Os habéis sorprendido a menudo de admiración por sus infinitas grandezas y, sobrecogidos entonces de profundo respeto, a vista de tan sublimes perfecciones, habéis exclamado con el Profeta Rey que " sus magnificencias superan la capacidad del espíritu humano, y no pueden ser alabadas ni adoradas como se merecen "? (2).
¿Habéis tenido en cuenta que Dios se ha hallado presente a vosotros en todas partes? ¿Y os habéis abismado interiormente, en sentimiento de adoración, al considerar su divina presencia? Y, pues nada es tan grato al alma que ama a Dios como parar en ello la atención, ¿os habéis complacido, con David, en tan santo ejercicio? (3). Y, por respeto a la presencia de Dios tan inmenso, ¿habéis cuidado de manteneros en conveniente modestia, proporcionada a su majestad? Y puesto que se halla Dios presente en todas partes, ¿le habéis adorado por doquier?
Prestad atención a todos estos puntos, para demostrar a Dios el sumo aprecio que de Él hacéis.
Nuestra alma sólo ha sido creada por Dios para gozar de Él; luego, " toda su felicidad en la tierra consiste en no aficionarse más que a Él " (4), como dice muy bien el Real Profeta. Sería, pues, vergonzoso para el alma hecha partícipe de la naturaleza divina, que, según dice san León, degenerase hasta tal punto de su nobleza primitiva, que se envileciese a buscar su gozo en las criaturas.
¿Y a quién nos aficionaremos sino a Aquel de quien todo lo hemos recibido, que es nuestro único Señor y Padre, que ha dado el ser a todas las cosas (5), como enseña san Pablo, y que nos ha criado sólo para Sí?
Esta consideración y la del agradecimiento que le debemos por todos los beneficios que nos ha hecho, han debido ocupar a menudo nuestra mente en el decurso del año, y enternecer nuestro corazón, hasta impelernos a consagrar a Dios totalmente nuestras personas, y a decirle con san Agustín: " Hicístenos, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti ".
Si amamos verdaderamente a Dios, " todo cuando hacemos ha de ordenarse exclusivamente a su gloria " (6), como nos enseña san Pablo. Con ese único fin debisteis dejar el mundo; pues Dios ha de ser el término de vuestras acciones, como ha sido su principio.
" Si pretendierais agradar a cualquier otro que a Dios, no mereceríais, dice san Pablo, llevar nombre de servidores de Jesucristo " (7); pues no lo seríais en realidad, ya que el siervo ha de hacerlo todo en servicio de su señor.
Ésa era la amonestación que dirigía san Pablo a los fieles de su tiempo: ora comáis, les dice, ora bebáis, o, en resumen, cualquiera cosa que hagáis, hacedlo todo a gloria de Dios (8). Y en otra parte: Cuando hacéis, sea de palabra, sea de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesucristo (9).
Ése ha de ser el único consuelo del cristiano en la presente vida: obrar por Dios que le ha creado, de quien todo lo ha recibido y a quien es deudor de todo el bien que pueda realizar en esta vida.
¿Habéis considerado frecuentemente durante el año que, pues Dios os ha concedido la vida y coopera a todas vuestras acciones, sin excepción deben éstas estar le consagradas, y que le inferís injuria cada vez que ejecutáis alguna por cualquier otro fin que no sea Él?
¿Vuestra intención única ha sido, como en san Pablo, no vivir ni obrar ya sino por Dios? ¿Os habéis puesto, como él, en la disposición de no hacer estéril en vosotros la divina gracia? (10).
Ha sido estéril, ciertamente, cada vez que dejasteis de obrar puramente por amor de Dios.
En adelante, portaos, según a ello os exhorta el mismo Apóstol, de modo digno de Dios, procurando agradarle en todo (11).
DE NUESTRO PROCEDER CON EL PRÓJIMO DURANTE EL AÑO Y DE AQUELLO EN QUE HEMOS FALTADO A ESTE RESPECTO
Con los superiores.- Es de obligación para vosotros, según lo advierte el Apóstol, proceder con los superiores, del modo que lo hacéis con Dios (1).
Como formáis un cuerpo visible, y no os basta el gobierno interno de Dios para llegaros a Él; necesitáis guías que os dirijan sensiblemente. Por eso os ha dado superiores, cuya obligación es ocupar con vosotros el lugar de Dios y encarrilaros exteriormente por el camino del cielo, de modo análogo a como lo hace Dios mismo interiormente con vosotros.
¿De qué manera habéis procedido durante el presente año con los superiores? ¿Los habéis considerado como ministros de Dios, que os han sido propuestos de su parte en calidad de lugartenientes suyos; puesto que sólo en virtud de la autoridad que Dios les confiere y de la que los ha hecho partícipes, tienen derecho a dirigiros y mandaros? ¿Ha sido ése el motivo de que os hayáis sujetado a su gobierno? Durante el presente año, ¿os habéis sometido a los superiores como os sometéis a Dios?
Eso supuesto, ¿habéis creído que debíais obedecerlos en todo y de la manera que os creéis obligados a obedecer a Dios, que dice: Quien os escucha me escucha? (2). ¿Estáis bien persuadidos en lo profundo del corazón de que cuanto os dicen lo dicen de parte de Dios, o más bien que os lo dice Dios mismo?
Poneos desde ahora en tal disposición, respecto de vuestros superiores.
Con los hermanos.- Acaso no habéis discurrido bastante, durante el año que termina, sobre la obligación que tenéis de vivir muy unidos a vuestros hermanos. Con todo, es éste uno de los principales deberes de vuestro estado, porque, como dice Jesucristo en su santo Evangelio, " todos sois hermanos " (3).
La primera razón de que falte, a veces, unión en las comunidades es que algunos pretenden alzarse sobre los demás, movidos de ciertas consideraciones humanas. Por ese motivo amonestó el Señor a sus Apóstoles que ninguno de ellos debía llamarse ni permitir que le llamaran maestro; porque no tenían más que un solo maestro, Jesucristo (4). Hasta es necesario, como enseña también el Salvador, que quien crea ser mayor entre vosotros, o lo sea en efecto, se estime y considere como el menor de todos (5).
Ved si, durante el año, habéis procedido así con los hermanos. Si os habéis ofendido con alguno de ellos, pensad - como recordaba Moisés a dos israelitas de su tiempo que se injuriaban y querellaban entre sí - que son hermanos nuestros (6), y que nos debemos soportar unos a otros caritativamente, según enseña el Apóstol (7).
Prestad atención a la palabra soportar: con ella se os indica que es menester tolerarse mutuamente, y por eso dice el Santo en otro lugar: Llevad las cargas unos de otros (8). Cada uno tiene sus cargas; pero, de ordinario, no es precisamente quien las tiene el que las lleva, pues no nota su pesadez; sino aquellos con quienes vive. Por eso es menester que todos carguen gustosa y amorosa mente con las del prójimo, si quieren vivir en paz con él, conforme nos exhorta repetidas veces san Pablo en sus epístolas. ¿Lo habéis hecho así este año?
Piedra preciosa es la caridad fraterna en el seno de las comunidades; por eso la recomendó reiteradamente Jesucristo a sus Apóstoles antes de morir (9). Perdida ella, todo está perdido. Conservadla, por tanto, cuidadosamente, si queréis que vuestra comunidad perviva.
Con los escolares. - Lo primero que debéis a los escolares es la edificación y el buen ejemplo. ¿Os habéis aplicado a la virtud con el intento de edificar a vuestros discípulos? ¿Habéis pensado que debíais servirles de modelo en las virtudes que intentáis inculcarles? ¿Habéis procedido como corresponde a buenos maestros?
Habéis debido enseñarles la religión: ¿lo habéis hecho este año esmeradamente? ¿Habéis considerado esta función como vuestro principal deber para con ellos? ¿Conocen bien el catecismo? Si no lo saben, o sólo imperfectamente, ¿no ha de imputarse a descuido vuestro?
¿Os habéis preocupado de enseñarles las máximas y prácticas del santo Evangelio y el modo de ejercitarse en ellas? ¿Les habéis sugerido algunos modos de practicarlas, apropiados a su estado y edad?
Todas estas distintas formas de instruirlos han tenido que ser frecuentemente materia de vuestras reflexiones, y habéis debido empeñaros en utilizarlas con éxito. " El maestro que se encariñe con la piedad engendrará sabiduría ", asegura el Sabio (10); esto es, acaudalará sabiduría para sí y, al mismo tiempo, hará sabios a quienes instruye.
¿Habéis enseñado a los que educáis aquellos conocimientos humanos que son de vuestra obligación, como la lectura, escritura y demás, con todo el esmero posible? Si no ha sido así durante este año, daréis cuenta rigurosa a Dios, no sólo del tiempo, sino de la manutención y de cuanto se os ha suministrado para los menesteres de la vida; porque ésa ha sido la intención de la obediencia al proveeros de todo lo necesario.
Tomad para lo futuro medidas adecuadas sobre todos estos puntos, que son de importancia.
DE AQUELLO EN QUE HABÉIS FALTADO RESPECTO DE VOSOTROS Y DE LA REGULARIDAD DURANTE EL AÑO
Se puede faltar a la observancia regular: dentro de casa, fuera de casa y en la escuela.
Dentro de casa, puede faltarse en tres cosas: la primera, en lo tocante a la fidelidad y puntualidad en los ejercicios; [la segunda, en lo relativo al silencio; la tercera, a la obediencia] (*).
¿Habéis considerado la observancia del primer punto como uno de los principales medios de salvación, ya que, de hecho, así es? Porque esa fidelidad os establece en cierta como seguridad de cumplir exactamente los mandamientos de Dios; pues, según dice Jesucristo: Quien es fiel en las cosas pequeñas, lo será también en las grandes (1).
¿No os habéis dispensado de comulgar, a la ligera y por mera desgana, algunas veces este año? ¿No habéis descuidado la oración, o dejado en ella libre paso a las distracciones? ¿Habéis considerado esos dos ejercicios como aquellos que atraen las gracias de Dios sobre todos los demás? Y, eso supuesto, ¿os habéis dado a ellos con amor?
¿Habéis mostrado estima a todos los ejercicios espirituales? ¿Los habéis considerado como medios absolutamente necesarios para llegar a la perfección de vuestro estado, y por consiguiente para asegurar la salvación?
¿Lo habéis dejado todo al oír la primera campanada, aun hallándoos con personas de fuera? Así ha de hacerse siempre sin falta; ya que, propiamente hablando, por la primera señal de la campana se os descubre la voluntad de Dios.
¿Habéis sido fieles a la guarda del silencio? Es el primer medio de establecer la regularidad en las casas; sin él, no puede esperarse que se asiente el orden dentro de las comunidades religiosas. Puesto que debéis contribuir a ordenar bien la vuestra, sed fieles a esos dos puntos.
Por su medio se asegura y mantiene con facilidad el orden, siempre que a ellos se agregue la obediencia en todo, a quien está encargado de llevar la dirección de la comunidad; porque la obediencia es la primera virtud en las comunidades, y lo que distingue esencialmente a éstas de las mansiones seglares.
No es de menor importancia ser observante fuera de casa que dentro de ella; pues hay obligación de edificar al prójimo, y esto se exige especialmente a los religiosos.
Lo primero a que debe prestarse atención fuera de casa es a guardar mucha modestia. San Pablo lo recomienda a los fieles sobre cualquier otra cosa, cuando dice: Vuestra modestia sea patente a todos los hombres (2). Como si dijera: " No os contentéis con ser modestos cuando estáis solos y en privado, como efectiva mente debéis hacerlo, porque el Señor está cerca de vosotros; sino también en presencia de todos los hombres ".
Por consiguiente, cuando salgáis de casa, portaos de tal forma, que todos la noten y queden edificados de vuestra modestia. Es eso necesario porque, trabajando en la salvación del prójimo, debéis empezar por dar buen ejemplo, si queréis ganar a los otros para Dios.
Tenéis que observar también exacto silencio en las calles y, según vuestras Reglas, rezar en ellas el rosario, para no distraeros con aquellos objetos que se ofrezcan a la vista, y poder prestar atención a la divina presencia.
La paciencia y el silencio han de seros, de igual modo, particularmente necesarios cuando seáis objeto de injurias o de cualquiera otra actitud capaz de produciros disgusto.
¿Habéis sido fieles en guardar todas esas observancias durante el año? Son de mucha trascendencia, si no queréis escandalizar a otros, ni derramar vuestro espíritu al andar por las calles. Ha de poderse distinguir fácilmente en ellas a las personas consagradas a Dios de los seglares; y eso, por el aspecto exterior, y por el modo de comportarse; ya que, según dice san Pablo, son deudoras de la edificación que deben dar, no sólo a los sabios, sino también a quienes no lo son (3); los cuales suelen escandalizarse de todo, particularmente en las personas religiosas.
La escuela es el lugar donde los Hermanos permanecen la mayor parte del día, donde ejercen las funciones que más los absorben y en el que encuentran más ocasiones de distraerse. Por eso toda diligencia sobre sí mismos será poca, a fin de que no se amengüe en la escuela el mérito que de tales ocupaciones deben sacar para la salvación de sus almas, ni falten en ella a ninguna de sus obligaciones.
¿Habéis sido puntuales este año en seguir el orden de las lecciones, en serviros siempre de la " señal " y en reprender a los escolares cada vez que han cometido alguna falta? No podéis excusaros de hacerlo sin quebrantar uno de vuestros deberes principales.
¿Habéis sido fieles en explicar cada día el catecismo, durante todo el tiempo señalado y del modo que os está prescrito? ¿Habéis procurado con diligencia que los discípulos se instruyan en la doctrina cristiana? Es ésa vuestra obligación principal, aunque no podéis desatender los otros puntos.
¿No habéis procedido alguna vez con negligencia y flojedad en la escuela? ¿No habéis hablado en ella de cosas inútiles con los niños, pidiéndoles noticias o escuchando gustosos las que ellos os contaban? ¿No habéis leído en la escuela algún libro diferente de los que usan los alumnos a quienes tenéis cargo de instruir?
En una palabra, ¿no habéis perdido en ella el tiempo que, en vuestra profesión no es más vuestro que el del sirviente, obligado a emplearlo por completo en utilidad de su señor, como vosotros en provecho de los escolares?
¿No habéis aceptado algo que os hayan éstos ofrecido? Ya sabéis que tal cosa, en ningún caso os está permitida, pues, si cayereis en dichas faltas, vuestra escuela dejaría de ser gratuita, aun cuando no recibierais de los alumnos más que tabaco; lo cual no debe hacerse ni tolerarse, puesto que el uso del tabaco no se os permite, y debéis dar clase gratuitamente: esto es esencial a vuestro Instituto.
Examinad si habéis incurrido en esta clase de faltas durante el año y cuántas veces; y, en caso afirmativo, si las habéis acusado en confesión puntualmente. Tomad resoluciones adecuadas sobre todos estos puntos.
Despojaos, por fin, hoy, del hombre viejo, y revestíos del nuevo, como a ello os exhorta san Pablo. Y pedid a Dios, según aconseja el mismo Apóstol, que renueve mañana en vosotros el espíritu de vuestro estado y de vuestra profesión (4).