MEDITACIÓN PARA LA
FIESTA DE LA NATIVIDAD DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR
25
de diciembre
San Juan Bautista de la Salle
Jesucristo
nace hoy pobre en un establo.
La
Santísima Virgen le da a luz en lugar desprovisto de toda comodidad y de toda
ayuda humana, y donde no se halla otro lecho que un pesebre, para reclinar al
Niño recién nacido (1).
¡Ése
es el palacio y la cuna real de Jesús nuestro Salvador, al hacer su entrada en
el mundo! ¡Así se ve alojado, a media noche, en estación tan rigurosa! ¡Y nadie
se cuida de socorrerle en tan apremiante necesidad!
La
pobreza que, de modo tan eminente ejercita Jesús al nacer, debe decidirnos a
profesar amor señalado a esta virtud; pues con el fin de inspirarnos su amor,
quiere El venir al mundo en tal estado.
No
nos maravillemos, pues, cuando algo nos falte, aunque sea necesario; ya que
Jesús careció de todo en. su nacimiento.
Así
ha de nacerse a la vida espiritual: despojado y desnudo de todo.
Y
como e] Hijo de Dios quiso que se viera en tal estado la humanidad de que El se
revestía; así desea, para poder señorearse por completo de nuestros corazones, que
nos pongamos nosotros en disposición semejante.
No
se contentó Jesús con nacer pobre, sino que, habiendo escogido también por
herencia el oprobio en el mundo (2), según dice el Real Profeta; quiso entrar
en él por un lugar donde fuera desconocido; donde no se hiciese ninguna estima
de El ni de su Santa Madre, y donde se viera desamparado de todos.
Es
verdad que fue visitado en su nacimiento; mas únicamente de pobres pastores
(3), que no pueden tributar le otro honor que el de sus deseos; y aún fue necesario
que, de parte de Dios, les anunciara un ángel que el Niño recién nacido en
Belén era el Salvador, y que su nacimiento sería motivo de sumo gozo para todo
el pueblo (4).
Fuera
de aquellos pobres pastores, nadie piensa en Jesús cuando viene al mundo; y
hasta parece no querer Dios que los ricos y magnates tengan entrada cerca de
El; pues, al anunciar su venida, el ángel no da otra señal a los pastores, para
poder reconocerle, que el estado pobre y abatido en que habían de encontrarle;
lo cual sólo podía inspirar repulsión a quienes no estiman otra cosa que
aquello que reluce.
Nosotros,
al elegir nuestro estado, hemos debido resolvernos a vivir en el abatimiento,
como el Hijo de Dios al humanarse; pues eso es lo más característico de nuestra
profesión y empleo. Somos Hermanos pobres, poco conocidos y estimados por la
gente del siglo. Sólo los pobres vienen a buscarnos; mas ellos, no tienen
presente alguno que hacernos, fuera de sus corazones, dispuestos a recibir
nuestras enseñanzas.
Amemos
lo que nuestra profesión presenta como más humillante, para participar en aluna
medida del oprobio de Jesús en su nacimiento.
"Los
Pastores, según dice el evangelio de hoy, se dirigieron a toda prisa a Belén,
donde hallaron a María, a José y al Niño reclinado en el pesebre. Y, con verle,
se certificaron de cuanto les habían dicho. Después, se volvieron glorificando
a Dios, por todo lo visto y oído" (5).
Nada
atrae tanto las almas a Dios, como el estado pobre y humilde de quienes
trabajan por conducirlas a ÉL
¿De
qué alaban y bendicen a Dios los pastores? De que habían visto un pobre niño,
acostado en un pesebre, y de que, al verle, conocieron por luz interna, con la
que Dios se dignó iluminarlos, que aquel Niño era verdaderamente su Salvador, a
quien debían acudir para quedar libres de la miseria de sus pecados.
Tened
por seguro que, mientras viváis aficionados de corazón a la pobreza y a cuanto
pueda humillaros, produciréis fruto en las almas. Que los ángeles de Dios os
darán a conocer e inspirarán a los padres y madres que os encomienden sus
hijos, para que los instruyáis. Que, incluso, por vuestras enseñanzas, moveréis
al bien el corazón de esos niños pobres y que la mayor parte serán siempre
verdaderos cristianos.
Pero,
si no os asemejáis a Jesús recién nacido por esas eminentes cualidades, seréis
poco conocidos y solicita dos en vuestro empleo; no ganaréis el amor ni la
estima de los pobres, ni podréis jamás gloriaros de la condición de salvadores
para con ellos, tal como os corresponde por el empleo que ejercéis. Pues, solo
en la medida en que os hagáis semejantes a ellos y a Jesús recién nacido,
atraeréis los niños a Dios.