jueves, 15 de septiembre de 2022

EL MARTIRIO DE LA VIRGEN. San Bernardo


Lecciones del II Nocturno de Maitines

 

Sermón de San Bernardo, Abad.

Del Sermón sobre las 12 estrellas.

El martirio de la Virgen nos fue revelado por la profecía de Simeón y por la historia de la pasión del Señor. “Este niño —dijo el santo anciano, hablando del niño Jesús— está destinado para ser el blanco de contradicción; y una espada —añadió dirigiéndose a María— traspasará tu alma”. Sí, ¡oh bienaventurada Madre! una espada traspasó tu alma, porque sólo pasando por tu corazón, pudo atravesar la carne de tu Hijo. Y después de entregar su espíritu ese Jesús, que es tuyo, la lanza cruel no hirió su alma, atravesó ciertamente la tuya; no estaba ya allí el alma de Jesús, pero la tuya no podía apartarse de allí.

Tan intenso dolor traspasó tu alma, por lo que os proclamamos más que mártir; el sentimiento de compasión superó en ti todos los padecimientos que puede soportar el cuerpo. ¿No fueron para ti más que una espada, estas palabras que atravesaron tu alma y alcanzaron hasta la división del alma y del espíritu: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”? ¡Qué cambio! Juan os fue dado en cambio de Jesús, el servidor por el Señor, el discípulo en vez del Maestro, el hijo de Zebedeo por el Hijo de Dios, un hombre por el Dios verdadero. Ante estas palabras, ¿era posible que tu alma, tan amante, no fuera traspasada, si solamente su recuerdo desgarra nuestros corazones, aunque sean de piedra y bronce?

No os asombréis, hermanos, si oís decir que María fue mártir en el alma. Sólo puede asombrarse de ello quien no recuerde haber oído a San Pablo contar entre los grandes crímenes de los gentiles el estar “faltos de afecto”. Nada más lejos del corazón de María que este defecto; ninguno debe estar más lejos, por lo tanto, del de sus servidores. Quizá diga alguno: ¿No sabía María que había de morir su Hijo? Lo sabía, sin duda. ¿No esperaba su próxima resurrección? La esperaba confiadamente. Y a pesar de ello, ¿se afligió al ver que lo crucificaban? Sí, profundamente. Pero ¿quién eres tú, hermano, y de qué fuentes sacas tu ciencia, para que te asombres más de ver a María participando de los sufrimientos de su Hijo, que de ver sufrir al Hijo de María? ¿Pudo morir Él de la muerte del cuerpo, y no podía experimentar ella la del corazón? Jesús murió por una caridad insuperable, y el martirio de María tuvo origen en esta caridad que, después de la de Jesús, no ha conocido igual.