Homilía de Maitines
29 de septiembre
Dedicación de San Miguel Arcángel
Homilía de San Jerónimo, Presbítero.
Libro 3 sobre los comentarios del cap. 18 de San Mateo.
¿A qué la pregunta de los Apóstoles, tras el hallazgo de la moneda y del pago del tributo: Quien pensáis que será el mayor en el reino de los cielos? Porque habían visto pagar un mismo tributo por Pedro y por el Señor, inferían que, al ser equiparado Pedro al Señor en el pago del tributo, estaba por encima de los demás Apóstoles; por esto preguntaban: ¿Quién será el mayor en el reino de los cielos? Mas Jesús, que ve sus pensamientos y conoce el motivo de su error, quiere sanar el apetito de la gloria moviendo a la humildad.
Si tu mano o tu pie te es ocasión de escándalo, córtalos y arrójalos lejos de ti. Es necesario que haya escándalos. Mas ¡ay del hombre que es causa, por culpa suya, de que se produzca lo que no puede dejar de producirse en el mundo! No hay afección ni parentesco que no deba romperse cuando estos vínculos nos exponen a escándalos. Si hay alguna persona, parece decir el Señor, tan unida como la mano, el pie o el ojo lo está al cuerpo, que os sea útil y os sirva, y ponga a vuestro servicio su clarividencia, pero que sea ocasión de escándalo, y que con su conducta, contraria a la vuestra, os arrastre al infierno, debéis privaros de su trato y de las ventajas que ésta os reporte; no sea que por la intimidad con parientes o amigos, os expongáis por su causa a la perdición.
Yo os digo que sus ángeles, en los cielos, están viendo siempre la cara de mi Padre. Dijo antes, usando la imagen de la mano, del pie y del ojo cuyo sacrificio se impone, que es menester separarse de los parientes y amigos que nos escandalicen. Pero ahora mitiga el rigor de este principio con esta recomendación: Mirad que no despreciéis a alguno de estos pequeñitos. Como diciendo: No os recomiendo que uséis de severidad sin enseñaros a mezclarla con la benignidad: Porque sus Ángeles en los cielos están viendo siempre la cara de mi Padre. Grande es la dignidad de las almas, ya que cada hombre tiene un Ángel custodio. Leemos en el Apocalipsis de San Juan: Escribe esto al Ángel de Efeso, y a los de las otras iglesias. El Apóstol manda que en la iglesia las mujeres velen su cabeza a causa de los Ángeles.