DÍA 23.
HUMILDAD A SEMEJANZA DE CRISTO
MEDITACIÓN PARA ALCANZAR HUMILDAD
Para comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, digamos la siguiente oración compuesta por santa Teresita del Niño Jesús:
ORACIÓN PIDIENDO LA HUMILDAD.
Santa Teresita del Niño Jesús
Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, Tú nos dijiste: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y vuestra alma encontrará descanso”. Mi alma encuentra en Ti su descanso al ver cómo te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces, me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: “Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón, manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.
Te ruego, divino Jesús, que me envíes una humillación cada vez que yo intente colocarme por encima de los demás. Yo sé bien, Dios mío, que al alma orgullosa tú la humillas y que a la que se humilla le concedes una eternidad gloriosa; por eso, quiero ponerme en el último lugar y compartir tus humillaciones, para tener parte contigo en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Ti. Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: ¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!
DÍA 23.
HUMILDAD A SEMEJANZA DE CRISTO
De la Práctica de la humildad, de S.S. el Papa León XIII
51. Otro motivo bastante poderoso para que practiques la hermosa virtud de la humildad es el ejemplo de nuestro divino Salvador, que debemos imitar continuamente. Él nos ha dicho en el Sagrado Evangelio: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mat. 11, 20). Y, en efecto, como nota San Bernardo, “¿qué orgulloso podrá haber que se resista ante la humildad de este divino Maestro?” Con toda verdad se puede decir que Él sólo se ha humillado y abatido y, que cuando nos parece que nos humillamos, no nos humillamos de manera alguna, puesto que nos colocamos en el lugar que nos corresponde; porque siendo viles criaturas, culpables quizás de mil delitos, no podemos tener más derecho que a la nada y a la pena; pero nuestro salvador Jesucristo se abatió infinitamente poniéndose por debajo de la alteza que le correspondía. Él es el Dios Omnipotente, el Ser infinito e inmortal, el árbitro supremo de todo, y, sin embargo, se ha hecho hombre débil, pasible, mortal y obediente hasta la muerte. Él ha soportado en sumo grado la falta de las cosas temporales. Él, que es en el Cielo el gozo y la bienaventuranza de los ángeles y santos, ha querido ser el hombre de los dolores y ha tomado sobre sus hombros todas las miserias de la Humanidad; la increada sabiduría y el principio de toda sabiduría ha soportado toda la vergüenza y oprobios de un insensato; el Santo de los santos y la Santidad por esencia, ha sufrido que se le tenga por criminal y malhechor. Aquel a quien adoran en el Cielo los innumerables ejércitos de bienaventurados, ha deseado morir sobre una cruz; el Sumo Bien por naturaleza ha sufrido toda suerte de miserias temporales. Y, después de este ejemplo de humildad, ¿qué deberemos hacer nosotros, polvo y cenizas? ¿Podrá parecemos dura alguna humillación a nosotros, miserables pecadores?
Para finalizar cada día
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos de Dios, rogad por nosotros.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.