26 de septiembre. Conmemoración de San Cipriano y Santa Justina, mártires
Cipriano que comenzó siendo mago, acabó siendo Mártir. Habiéndole pedido un joven enamorado de la virgen cristiana Justina, su ayuda para obligarla con sus encantamientos y hechizos a corresponder a su pasión, el demonio, a quien consultó sobre el modo de conseguirlo, le dio a entender que contra los verdaderos adoradores de Cristo resultaban inútiles todos los sacrificios. Conmovido por la respuesta, comenzó a deplorar los extravíos de su vida pasada, y abandonando la magia, se convirtió de a la fe de Cristo, nuestro Señor. Por esta causa fue arrestado, junto con la Virgen Justina, siendo abofeteados y azotados, después de lo cual los encerraron en la cárcel para moverles a cambiar de resolución. Mas al sacarles de allí, y hallándolos tan firmes como antes en su propósito, les arrojaron a una caldera de pez hirviendo, grasa y cera derretidas, y acabaron por matarles de un hachazo, en Nicomedia. Sus cuerpos fueron abandonados, permaneciendo insepultos seis días; unos marineros los colocaron en su embarcación para conducirlos a Roma, donde fueron sepultados, primero, en una propiedad de la matrona Rufina, y luego, junto al bautisterio de la basílica Constantiniana.
Oremos.
Favorézcanos, Señor, la continua protección de los bienaventurados mártires Cipriano y Justina; ya que no dejas de atender propiciamente a los que concedes sean ayudados con tales auxilios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.