viernes, 23 de septiembre de 2022

DÍA 24. HUMILDAD A SEMEJANZA DE LOS SANTOS

 

DÍA 24.

HUMILDAD A SEMEJANZA DE LOS SANTOS

MEDITACIÓN PARA ALCANZAR HUMILDAD

 

Para comenzar cada día:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, digamos la siguiente oración compuesta por santa Teresita del Niño Jesús:

 

ORACIÓN PIDIENDO LA HUMILDAD.

Santa Teresita del Niño Jesús

Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, Tú nos dijiste: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y vuestra alma encontrará descanso”. Mi alma encuentra en Ti su descanso al ver cómo te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces, me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: “Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón, manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.

Te ruego, divino Jesús, que me envíes una humillación cada vez que yo intente colocarme por encima de los demás. Yo sé bien, Dios mío, que al alma orgullosa tú la humillas y que a la que se humilla le concedes una eternidad gloriosa; por eso, quiero ponerme en el último lugar y compartir tus humillaciones, para tener parte contigo en el reino de los cielos.

Pero tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Ti. Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: ¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!

 

DÍA 24.

HUMILDAD A SEMEJANZA DE LOS SANTOS

De la Práctica de la humildad, de S.S. el Papa León XIII

 

52.    Considera también los ejemplos que nos han dejado los santos de la antigua y de la nueva Alianza. Isaías, aquel profeta tan virtuoso y celoso, se creía impuro ante Dios, y confesaba que toda su propia justicia, es decir sus buenas obras, eran como un paño lleno de suciedad (Is. 64, 6). Daniel, a quien el mismo Dios en Ezequiel llamó hombre santo, capaz de detener con sus oraciones la cólera divina, hablaba a Dios con la humildad de un pecador y como el que siempre debe estar cubierto de confusión y vergüenza. Santo Domingo, milagro de inocencia y sumisión, había llegado a tal grado de desprecio por sí mismo que creía atraer la maldición del cielo sobre las ciudades por las que pasaba. Y por eso, antes de entrar en cualquiera de ellas, se postraba con el rostro en la tierra y decía llorando: “Yo os conjuro, Señor, por vuestra amabilísima misericordia, que no miréis a mis pecados; para que esta ciudad que me va a servir de refugio no deba sufrir los efectos de vuestra justísima venganza”. San Francisco, que por la pureza de su vida mereció ser la imagen de Jesús Crucificado, se tenía por el más perverso pecador de la tierra y este pensamiento estaba tan grabado en su corazón, que nadie se lo hubiera podido quitar y argumentaba diciendo que, si Dios le hubiese concedido aquellas gracias al último de los hombres, habría usado mejor que él y no le habría pagado con tanta ingratitud. Otros Santos se consideraban indignos del alimento que comían, del aire que respiraban y de los vestidos con que se cubrían; otros tenían por un gran milagro el que la misericordia divina los soportase sobre la tierra y no los precipitara en el infierno; otros se maravillaban de que los hombres los tolerasen y que las criaturas no los exterminaran y aniquilaran. Todos los santos han abominado las dignidades, las alabanzas y los honores, y, por el gran desprecio que sentían por sí mismos, no deseaban sino las humillaciones y los oprobios. ¿Eres tú quizá más santo que ellos? ¿Por qué, siguiendo su ejemplo, no te tienes por algo despreciable a tus ojos? ¿Por qué no buscas, como ellos, las delicias de la santa humildad?

 

Para finalizar cada día

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos de Dios, rogad por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.