LOS PADRES DE MARÍA.
Dom Gueranger
16 de agosto
SAN JOAQUÍN, PADRE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
LOS PADRES DE MARÍA. — Los pormenores que poseemos sobre los padres de María proceden de un apócrifo, el Protoevangelio de Santiago, el cual nos ha dado sus nombres: Joaquín, que significa, “Preparación del Señor”, y Ana, que vale tanto como “Gracia.”
Una tradición constante los considera como abundantemente dotados de bienes de fortuna. Su riqueza consistía sobre todo en rebaños, como los de los primeros patriarcas. Cierto, por otra parte, que hacían el más noble uso de ella, siempre prontos a prestar su ayuda al que la solicitaba, y dando siempre el doble en las ofrendas que debían a Dios.
Los Padres de la Iglesia, y sobre todo los Padres griegos, no se cansan de celebrar las virtudes y santidad de Joaquín y de Ana. “Con vuestra vida purísima y muy santa, les dice San Juan Damasceno, formasteis la joya de la virginidad, a aquella que sería virgen antes del parto, en el parto y después del parto, la única que siempre guardaría virginidad así en el cuerpo como en el alma”. “Joaquín era un hombre justo, a quien su gran mérito colocaba no sólo por encima de toda falta, sino también de toda sospecha y de todo reproche”. “Era renombrado por su santidad y su justicia, notable por su nobleza y sus riquezas, piadosamente fiel a la oblación de los sacrificios, solícito de agradar a Dios en todo, hombre de deseos según el Espíritu Santo. Tenía por esposa una piadosa mujer llamada Ana, que fué su fiel ayuda en el ejercicio perseverante de las virtudes y en sus oraciones diarias a Dios”. En una palabra, “María tanto es superior a todos los hijos de los hombres, cuanto Joaquín y Ana sobresalen en perfección por encima de todos los que son padres”.
EL DECRETO DE LEÓN XIII.—El Papa León XIII resumió todos estos elogios en el decreto con que elevaba el rito de esta fiesta. Citando la Sagrada Escritura, que enseña que hay que alabar a los que han nacido de una ascendencia gloriosa, concluye “que se debe honrar con una veneración especialísima a San Joaquín y a Santa Ana, ya que, por haber engendrado a la Inmaculada Virgen Madre de Dios, son más gloriosos que todos los demás. Se os conoce por vuestro fruto, les dice el Damasceno: habéis dado al mundo una hija superior a los Ángeles y ahora su reina… Ahora bien, habiendo dispuesto la misericordia divina que, en nuestros luctuosos tiempos, los honores tributados a la Bienaventurada Virgen María y su culto tomasen incremento en consonancia con las necesidades crecientes del pueblo cristiano, se precisaba que este esplendor y esta nueva gloria de que se encuentra rodeada su bienaventurada hija, redúndase en sus afortunados padres. ¡Quiera Dios que, por el culto así amplificado, sienta cada vez más eficaz la Iglesia su poderosa intercesión”!