martes, 23 de febrero de 2021

SAN JOSÉ, MAESTRO Y MODELO DE TODA JUSTICIA. (9) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.


 

SAN JOSÉ, MAESTRO Y MODELO DE TODA JUSTICIA. (9) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 

Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN

San Enrique de Ossó

San José, maestro y modelo de toda justicia.

 

Composición de lugar. Represéntate a san José que te dice: Sed imitadores míos.

 

Petición. Dadme, glorioso Santo, que os imite en ser justo.

 

Punto primero. La más cumplida alabanza que dan los santos Evangelios a san José es llamarle varón justo. ¿Qué es ser justo? 1º. Llámase justo al varón que está adornado de la justicia universal, que es la suma de todas las virtudes. Porque criado el hombre para Dios, su último fin, cuando todos sus pensamientos, palabras y obras se encaminan a la gloria de Dios, entonces viene al justo, y está labrado a compás y nivel de la divina voluntad, y esto no lo hace una sola virtud, sino todas. 2º. Llámase justo por la perfecta observancia de todos los mandamientos y consejos de Dios, porque entonces está justo cuando en todo busca el servicio de Dios, que es su fin, o cuando vive conforme a la regla por donde se ha de vivir, que es la ley. 3º. Llámase justo por su fe y devoción y posesión del Mesías. 4º. Llámase justo por aquella rectitud que tenía el hombre antes que cayese en pecado original, con lo cual los apetitos estaban sujetos a la razón, y la razón a Dios, sin la rebeldía con que quedaron después del pecado. 5º. Justo quiere, por fin, decir perfecto en todas las virtudes: fiel a Dios, al prójimo y a sí mismo, dando a cada uno lo que se debe. Y así fue justo san José poseyendo toda virtud y perfección, dando a todos lo que se debe, observando la ley de Dios y sus consejos, viviendo vida de fe. ¿Es así, devoto josefino, tu justicia?

 

Punto segundo. Justicia de san José. Varón justo fue san José. Varón, esto es, constante, donde se encierra la fortaleza, confianza, magnanimidad y perseverancia y todas las demás virtudes que contienen grandeza y perfeccionan el alma. Debía estar el Santo adornado de todas las virtudes y perfecciones, cual convenía al que había de ser llamado y juzgado por padre verdadero de Jesús, Hijo de Dios y esposo de María, Madre de Dios. Mayor dignidad, mayor virtud exigía, y el Señor se la dio al glorioso Santo.

 

San José fue justo o justificado en el seno materno, pues no se ha de negar al padre y al esposo lo que se le concedió a los siervos y a los criados. San José no tuvo el fomes peccati. San José fue justísimo en la obediencia, haciendo todo lo que le ordenó el Señor, y del modo que se le mandó. Justísimo en la fortaleza, porque en los sucesos prósperos y adversos, hízolo todo con diligencia. Justísimo en la templanza, no excediéndose en cosa, usando con moderación de todas. Justísimo en la prudencia, obrando rectamente en todo.

 

“Justo era mi padre san José, dice Jesús, en extremo grado: porque en todas sus obras buscaba solamente la honra y gloria de Dios”. Justo fue san José, porque pagó a todos lo que les estaba obligado. Debía a Dios reverencia como a su Criador, amor como a su Padre, y temor como a su Juez, y se lo dio. Debía al prójimo: a los mayores obediencia, benevolencia a los iguales, beneficencia a los inferiores, y se las dio. Para consigo mismo debíase él guardar: pureza en los pensamientos, verdad en las palabras y recta intención en las obras, y lo cumplió. Porque teniendo el Santo al mismo Dios en lugar de hijo, y a Él y a su madre por prójimos, con quienes siempre comunicó, y de quienes aprendió la rectitud de la justicia, evidente es que todas estas deudas el glorioso Santo pagó por entero, porque fue enriquecido de gracia, dotado de sabiduría y abastecido de todas las virtudes con que poder pagar largamente, cual convenía al que se llamaba padre del Hijo de Dios y esposo verdadero de María Madre de Dios.

 

¡Oh santo mío! De vos, como de vuestro hijo Jesús, podemos clamar alborozados: Bene omnia fecit. Todo lo hiciste bien. Enseñadme a ser justo como vos, dando a Dios lo que es de Dios y al prójimo lo que es del prójimo, para vivir en paz con todo el mundo. Amén.

 

Punto tercero. ¿Somos varones justos nosotros? ¡Ay!, ni siquiera conocemos esta virtud más que de nombre: tan inclinados estamos al mal, al egoísmo, que buscamos en nosotros toda satisfacción. Contento yo, contentos todos. ¡Qué injusticia! ¡Qué locura!

 

¿Damos a Dios lo que es de Dios, esto es, reverencia, adoración, amor y santo temor? ¿Damos al prójimo lo que es suyo, esto es, obediencia, benevolencia, beneficencia? ¿Somos puros en los pensamientos, verdaderos en las palabras, rectos en la intención de nuestras obras? ¡Oh! Si tomamos en una mano el espejo de justicia que nos ofrece san José en su vida y en la otra la nuestra, ¿no es verdad que solo veremos manchas, fealdades, injusticias? ¿Qué es nuestra vida, sino un ultraje constante a Dios, una injuria continua a nuestros prójimos, una degradación de nosotros mismos? ¡Oh!, meditemos y confundámonos. Solo en la guarda de la justicia hay paz y felicidad. Tengamos, pues, con Dios corazón de hijos, con el prójimo corazón de madre, y con nosotros mismos corazón de juez. Así seremos justos y felices como san José; con todos seamos mansos y con nosotros rigurosos. Con la misma medida que midiéremos, seremos medidos. No lo olvidemos jamás.

 

Obsequio. Seamos caritativos con el prójimo por amor a san José.

 

Jaculatoria. Aparta, Señor, de mí lo que me aparte de Ti.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.