domingo, 1 de noviembre de 2020

LAS BIENAVENTURANZAS. Comentario de san Jerónimo

 

1 de noviembre

 TODOS LOS SANTOS   

COMENTARIO AL EVANGELIO
San Jerónimo

Bienaventurados los pobres de espíritu (5,3). Esto es lo que leemos en otro lugar: Y a los humildes de espíritu salvará (Sal 33,19). Y para que nadie pensara que el Señor predico la pobreza, que a veces se soporta por necesidad, añadió de espíritu, para que se entienda que es humildad, no penuria. Bienaventurados los pobres de espíritu, los que por causa del espíritu santo son voluntariamente pobres. Por eso, de los pobres de esta condición habla también el Salvador por boca de Isaías: “El Señor me ungió; por lo cual me ha enviado a evangelizar a los pobres” (Is 61,1; Lc 4,18)

Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra (5,4). No la tierra de Judea ni la tierra de este mundo; no la tierra maldita que produce espinos y abrojos, la que posee, en mayor cantidad, el hombre más cruel y belicoso, sino la tierra que añora el salmista; “Creo ver los bienes de Dios en la tierra de los vivientes” (Sal 26,13). El poseedor de esta índole, y vencedor después de la victoria, se describe también en el salmo 44:” Y tú prepárate y camina con ventura y reina gracias a la verdad y a la mansedumbre y la justicia” (Sal 44,5). Pues esta tierra de aquí no la posee nadie mediante la mansedumbre, sino por medio de la soberbia.

Bienaventurados los que lloran porque serán consolados (5,5). No se alude aquí al llanto por los muertos de acuerdo con la ley común de la naturaleza, sino por los muertos a causa de los pecados y vicios. Así lloro también Samuel a Saúl porque el Señor se había arrepentido de haberlo ungido rey de Israel (1 Re 15,35); Así también dice el apóstol Pablo que llora y se entristece por lo que, después de su fornicación y su impureza, no han hecho penitencia (2 Cor 12,21)

Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia (5,6). No nos basta querer la justicia si no padeceos hambre de justicia; de modo que, con este ejemplo, entendamos que nosotros nunca somos lo bastante justos, sino que siempre sepamos tener hambre de obras de justicia.

Bienaventurados los misericordiosos (5,7). La misericordia se entiende no solo en dar limosnas, sino ejerciéndola ante cualquier pecado de un hermano; si el uno conlleva las cargas del otro (Gál 6,2).

Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios (5,8). Aquellos a quienes no acusa de pecado conciencia alguna. Al limpio se le ve con corazón limpio; el templo de Dios no puede estar manchado.

Bienaventurados los pacíficos (5,9). Los que imponen la paz primero en sus corazones y después entre los hermanos disidentes, pues ¿de qué sirve que pacifiques a otros si en tu alma permanecen las guerras de los vicios?

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia (5,10). Significativamente añadió por causa de la justicia. Porque muchos padecen persecución por causa de sus pecados y no son justos. Debes considerar al mismo tiempo que la octava bienaventuranza de la verdadera circuncisión termina en el martirio.

Bienaventurados sois cuando os insulten y persigan y, mintiendo digan contra vosotros todo género de maldición por mi causa (5,11).Debe ser despreciada, y es motivo de bienaventuranza, la maldición que profiere la boca falsa del maldiciente. Por eso, también definió específicamente cual es la maldición bienaventurada, al decir; mintiendo contra vosotros toda maldición por mi causa. Por consiguiente, donde Cristo esta en causa, ahí es deseable la maldición.

Alegraos y regocijaos (5,12). No sé quién de nosotros podrá cumplir esto; que nuestra fama sea desgarrada por los oprobios y que nos regocijemos en el Señor. Esto no puede cumplirlo el que persiga la vanagloria. Así pues, debemos alegrarnos y regocijarnos para que se nos prepare la recompensa en las moradas celestiales. Leemos elegantemente escrito en cierto libro: “No busques la gloria y no te dolerás cuando no la tengas” (Echo 9,16).