HOMILÍA DEL OFICIO DE MAITINES SOBRE EL
EVANGELIO DEL DOMINGO
XXIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San Jerónimo, Presbítero.
El
octavo milagro consiste en que el jefe de la Sinagoga, que no quiere
ser excluido del sacramento de la verdadera circuncisión, pide a Jesús
la resurrección de su hija. Más he aquí que una mujer afligida de una
pérdida de sangre, se desliza por entre el cortejo, y es curada en el
octavo lugar, de suerte que la hija del jefe de la Sinagoga, perdiendo
su turno, es postergada al noveno, de conformidad con las palabras del
salmista: “La Etiopía alzará la primera sus manos hacia Dios”, y con las
del Apóstol: “Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces se salvará todo Israel”.
Cuando
he aquí que una mujer, “que hacia ya doce años que padecía un flujo de
sangre, vino por detrás y tocó el ruedo de sus vestidos”. Leemos en el
Evangelio de San Lucas que la hija del jefe de la Sinagoga tenia doce
años. Advierte, pues, que esta mujer, osea el pueblo gentil, comienza a
sentirse enferma al mismo tiempo en que el pueblo judío nacía la fe. Y
ciertamente, el vicio no distingue si no se en comparación con las
virtudes.
Pero
no fue en el interior de una casa, ni en la ciudad ( en semejantes
casos la ley excluía de las poblaciones) en donde esta la mujer,
afligida de una perdida de sangre, se acercó al Salvador, sino en el
camino por donde él iba; de suerte que al ir a visitar a una persona
curaba otra. Por lo que también dicen los Apóstoles: “A vosotros debía
ser primeramente anunciada la Palabra de Dios; más ya que os juzgáis
indignos de la salvación, nos pasamos a los gentiles”.