Homilía. Domingo XXII después
de Pentecostés
DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL
CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS.
Con esta expresión, Nuestro
Señor Jesucristo responde a la tentativa de los fariseos. Buscaban
la forma de desacreditarlo, de cogerlo en algún renuncio, de desacreditar su
persona y su enseñanza. Lo habían intentado en otras ocasiones con otros temas
complicados: la licitud de repudiar a la mujer, la cuestión del sábado, del
templo, de comer sin purificarse las manos… No lo habían conseguido.
Jesucristo Nuestro Señor es es
la misma Verdad y en su Sabiduría conoce las intenciones más profundas del
corazón humano. Les responde siempre de modo sorprendente pero veraz, dejando
manifiesta su mala intención.
Una vez más, los fariseos
intentan desacreditarlo. Se acercan a él con una alabanza verdadera: Maestro,
sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios según, la verdad, y sin
consideración a quienquiera que sea, porque no miras a la calidad de las
personas. Dinos, pues, ¿qué te parece, es lícito pagar tributo al César, o no?
Alabanza verdadera pero
hipócrita: no lo creen así ni están dispuestos a dejarse enseñar por el Maestro
de Galilea. Se creen los judíos perfectos, la medida justa de cumplimiento de
la ley. No se interrogan sobre su actuar y pensar, porque están llenos de
soberbia.
Mala actitud ante la vida es
esta, pero que tantas veces nosotros imitamos. Si algo tendríamos que aprender es
aquello de Santa Teresa de Jesús: “Dios es suma Verdad, y la humildad es andar
en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la
miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira.” El propio
conocimiento de nosotros, nos debería hacer vivir en humildad delante de Dios y delante de los hombres. En la escuela de la
humildad, siempre somos ignorantes.
Ante la pregunta capciosa y mal
intencionada de los fariseos, Jesús responde:
“¿Por qué me tentáis,
hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos te ofrecieron un denario.
Les dijo entonces Jesús: ¿De quién es esta figura e inscripción? Y al
responderle ellos: Del César, dijo entonces Jesús:”
DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL
CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS.
Al comentar el Santo Cura de
Ars este evangelio dice: Nada más justo ni más razonable que dar a Dios lo que
es de Dios, y al prójimo lo que le es debido. Si todos los cristianos siguiesen
este camino, ninguno de ellos se contaría entre los moradores del infierno;
todos poblarían el cielo. Quisiera Dios, nos dice el gran San Hilario, que
nunca los hombres perdiesen de vista este precepto. Mas ¡cuántos lo tienen por
no escrito! Pasan su vida engañando a uno (a Dios) y robando a otro (al
prójimo).
En este precepto del Señor se
resume la virtud de la justicia.
El catecismo la define como la virtud
moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo
lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de
cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la
equidad respecto a las personas y al bien común. (1807)
¿Qué es lo que debemos a Dios?
Contestemos con el salmo: “Sabed que El, el Señor, es Dios; El nos hizo, y no
nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado.”
Por ello: “Aclamad con júbilo
al Señor, toda la tierra. Servid al Señor con alegría; venid ante El con
cánticos de júbilo. Entrad por sus puertas con acción de gracias y a sus atrios con alabanza. Dadle gracias,
bendecid su nombre.” (salmo 100)
La justicia para con Dios es la
vivencia de la virtud de la religión por la que todo hombre debe adorar a Dios
como Señor de todo cuanto existe; rendirle el culto debido individual y
comunitariamente; rezarle con expresiones de alabanza, de acción de gracias y
de súplica; ofrecerle sacrificios, sobre todo el espiritual de nuestra vida,
unido al sacrificio perfecto de Cristo; mantener las promesas y votos que se le
hacen… Por eso, cada vez que cantamos el prefacio a las palabras pronunciadas
por el sacerdote Demos gracias al Señor nuestro Dios, todos respondemos: “Es
digno y de justicia hacerlo”. “Dignum et istum est.”
La virtud de la religión no
puede separarse lógicamente de la fe, esperanza y caridad. Son ellas quienes la
vivifican, la animan y la orientan rectamente hacia Dios.
DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL
CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS.
Alguno podría pensar: ¿Es mucho
lo que Dios nos pide? ¿Es demasiado pesada la obligación que tenemos hacia él?
Tomando la misma forma de
actuar de Jesús con los fariseos, te pregunto: ¿Te parece mucho rendir tu
homenaje de adoración a Dios? ¿Cuál es la imagen que está grabada en ti? ¿Cuál
es la inscripción que te identifica?
Eres de Dios y le perteneces
por has sido creado a imagen y semejanza suya. EN ti está grabada la imagen de
su Verbo. Y todavía más, como cristiano has sido marcado y sellado con la
sangre redentora de Cristo.
Parafraseando a san León Magno
digo: Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe
de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a
las antiguas vilezas. Piensa qué imagen está grabada en ti, que sello se ha
puesto en tu alma no a fuego de fundidor, sino con el fuego del Espíritu Santo.
No olvides que eres de Dios y al le
perteneces.
DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL
CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS.
La virtud de la justicia no
solo refiere a Dios sino también al prójimo: respetar los derechos de cada uno
y la armonía necesaria para el bien común.
Quisiera brevemente referirme a
las obligaciones que los cristianos tenemos con respeto al Estado, los
gobernantes y la sociedad en la que vivimos.
“Todo ciudadano tiene la
obligación de cooperar lealmente con los organismos estatales y contribuir al bien
común en verdad, justicia, libertad y solidaridad. Esta contribución se
concreta en el respeto de la ley y la obediencia a las autoridades legítimas.
Además como cristianos se nos
exige amar la patria, defenderla de formas diversas en caso de necesidad y
ponerse con gusto al servicio de las instituciones estatales. Debe ejercer el
derecho activo y pasivo al voto y no sustraerse al pago justo de impuestos como
el cumplimiento de otros deberes sociales.
Es más, los cristianos
siguiendo la tradición apostólica deben rezar por las autoridades: “Ante todo
recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a
Dios por toda la humanidad. Se debe orar por los que gobiernan y por todas las
autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda
piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador, pues él
quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad.” (1Tm 2)
Ante los acontecimientos que
estamos viviendo en España, es necesario recordar que el cristiano tiene la
obligación de esforzarse por construir un mundo más justo según el querer de
Dios; pero el conseguir esta mundo más justo nunca puede ir unida a la
revolución, la sedición, o la desobediencia, la violencia, la mentira y la
crispación social… Si ante alguna injusticia hay que luchar, la lucha ha de ser
siempre por las vía pacífica y legal. Cuando el recurso a la misma justicia
humana no es fructuosa, se puede recurrir a otros medios pacíficos:
1. La
objeción de conciencia
2.
La manifestación
3. La
huelga
Como cristianos, en cuanto a
nuestras obligaciones estatales y sociales, hemos de recordad aquello de san
Pablo: “Que el adversario no tenga nada malo que decir de vosotros.”