Triduo
del Padre Pio 2018
La
santa misa del Padre Pio. Primer día (1)
Queridos hermanos,
La liturgia, y muy
particularmente el sacramento de la eucaristía, es fuente y culmen de la vida
de la Iglesia.
Como una fuente de gracia
continua y perenne, a ella tenemos que acudir para renovar nuestra vida
cristiana y para en ella ofrecernos a Dios, Señor y Dueño de nuestra vida.
La santa misa nos renueva
porque se nos da la gracia, el alimento espiritual, la iluminación de nuestra
inteligencia… en definitiva, porque nos acercamos a Dios, fuente de vida… Que
bién lo supo expresar la iglesia al poner al principio de la celebración el
salmo 42: Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam.
La santa misa es culmen porque
a ella venimos cargados con todo lo que somos y tenemos. Nuestra vida es un
ofertorio y sacrificio: todo por Dios, todo para Dios, todo por amor, todo para
amar.
Esta afirmación acerca de la
centralidad de la santa misa en la vida de la Iglesia se da de un formo
totalmente manifiesto en la vida de nuestro querido Padre Pío: La santa misa
era el centro y la fuente de toda su espiritualidad.
Al celebrar la santa misa,
Padre Pío se sumergía intensamente en el misterio celebrado y participaba de
una forma del todo singular en los sufrimientos del Salvador. Su rostro se veía
enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un éxtasis de amor y de
dolor.
Todos los fieles que asistían
quedaban admirados.
¿Cómo era esta participación que el Padre Pío
tenía en la santa misa?
Hay formas de participar
erróneas:
La de aquellos que asisten solamente,
están presentes de cuerpo, pero totalmente ausentes, distraídos, o con una
participación pasiva.
La de aquellos que piensan que
participar es responder o hacer cosas…
La de aquellos que confunden participación con
sentimiento, con entretenimiento, diversión…
¿Cómo debe ser La verdadera
participación? ¿Cómo participaba Padre Pio? Nos lo enseña el Apóstol San Pablo
en la carta a los Romanos (12): “Os exhorto, pues, hermanos, por la
misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva,
santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis
al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra
mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto.”
Fijaos en las palabras empleadas
por el apóstol: ofrecer, víctimas, culto….
Comprendemos por tanto qué es
la santa misa: un verdadero sacrificio. La renovación incruenta –sin
derramamiento de sangre- del mismo sacrificio de la cruz de forma sacramental
bajo las apariencias sacramentales del pan y del vino.
Con el ejemplo del Padre Pío,
se disipan las errores de algunos que quieren hacer de la misa la renovación de
ultima cena, o una reiteración de la pascua judía, o una simple reunión de
fraternidad, o un momento de oración comunitario, cuando no se convierte la
celebración de la Eucaristía en el lugar donde sacerdotes y fieles expresan sus
ideas más extravagantes y búsquedas de protagonismo.
La misa no es eso. Y lo vemos
en los santos, y los vemos en el Padre Pío.
Él lloraba, gemía de dolor,
intensamente sumergido en el misterio.
San Pablo en su carta a los
corintios tuvo que corregir los abusos que se daban en la celebración de la
santa misa en aquella comunidad: se reunían para estar divididos en partidos,
para comer glotonamente, en definitiva, para buscar su propia condenación al no
saber discernir el misterio del Cuerpo y la Sangre del Señor.
Ante ello, les recuerda: “Yo he
recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y,
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz,
después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi
sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez
que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva.”
Nosotros también hemos recibido
esta tradición, con esta forma litúrgica hermosísima interna y externamente
como obra inspirada por el Espíritu Santo a la Iglesia codificada en este misa
de 1962, llamada misa tridentina, tradicional o forma extraordinaria del Rito
Romano. Hemos de acudir a ella, alimentarnos de ella, vivir de ella… Hemos de
adentrarnos en el misterio… para que también sea la santa misa, la Eucaristía,
se el centro y culmen de nuestra vida como lo fue en la vida del Padre Pío.