Triduo
de la Divina Misericordia 2018
Segundo
día, viernes 6 de abril
La misericordia del Señor llena la tierra.
Sal 32, 5
Con esta afirmación, el salmista proclama el
actuar de Dios con el mundo.
La misericordia es el atributo más grande de
Dios y el modo con el que él se relaciona con todas sus criaturas.
El amor solo puede darse entre iguales… Por
eso la vida de la Trinidad es amor: entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo…
Pero el mundo y sus criaturas incluidos los
hombres no somos iguales a Dios, y por ello no somos dignos de ser amados; y esto se hace todavía más admirable y
asombroso porque a causa de nuestro pecado sería totalmente detestables
para Dios.
Por eso, su modo de amarnos es la
misericordia: él tiene la iniciativa, se acerca a nosotros, rebajándose a poner
su corazón (cor) en aquello que es pobre
(miser)…
Dios, en Jesucristo, se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza.
Misericordia Divina, asombro de los ángeles,
incomprensible para los santos, insospechada para la humana razón.
La misericordia del Señor llena la tierra.
Sal 32, 5
La devoción a la divina misericordia nos
debe llevar a una forma nueva de comprender y ver el mundo que nos rodea. Todo
es misericordia, todo es amor benevolente de Dios hacia nosotros.
Descubrir el don de la propia vida, como
también todos los dones que el Señor nos da a través de la creación, desde este
nuevo enfoque, nos hace crecer en la admiración:
Dios ha pensado en mí desde la eternidad,
porque su misericordia es eterna.
Él me
ha llamado a la vida, porque es eterna su misericordia.
Me ha dado un alma inmortal y un cuerpo,
llamados a la vida eterna y a la resurrección, porque es eterna su
misericordia.
Me ha dado una familia, unos padres,
hermanos, personas que me aman, me ayudan y me enseñan, porque es eterna su misericordia.
Dios me ha regalado un lugar donde vivir, un
hogar, me ha dado un mundo hermoso, el sol, la luna, las estrellas, la tierra
salida de sus manos… porque es eterna su misericordia.
Este Dios que me ama cuida de mí en su
providencia y hace que no nos falte lo necesario para una vida digna… porque es
eterna su misericordia.
¡Cuándo uno no es capaz de ver su vida desde
la pura gratuidad de la misericordia de Dios, la vida se hace áspera, amarga,
falta de luz y alegría! ¡Cuándo uno piensa que lo que tiene es suyo y fruto de
su esfuerzo el corazón se endurece y se hace egoísta! Y en definitiva, es
incapaz de acoger la Misericordia y de ser misericordioso.
La misericordia del Señor llena la tierra.
Sal 32, 5
La devoción a la Divina misericordia nos ha
de llevar también a reconocer la misericordia de Dios también en todos los bienes y gracias
espirituales.
Todo es gratuidad, pura misericordia, don
del cielo… Como la lluvia que cae del cielo para regar la tierra, así derrama
Dios las gracias sobre las almas.
La imagen de Jesús de la Misericordia, con
su costado abierto, saliendo de él los rayos de luz, son el signo de esta
permanente disposición divina de darnos su gracia… Gracias que brotan de su
corazón –símbolo de su amor y de su misericordia para nosotros- de forma
incesante e inagotable como el agua brota del manantial.
El Evangelio de hoy nos invita a caer en la
cuenta de la gracia recibida del bautismo. Después de la vida, el haber
recibido el bautismo es el don más grande de la misericordia de Dios.
“ Id, pues, e instruid a todas las naciones,
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que
yo os he mandado.”
Esas palabras han llegado a nosotros, ese
mandato ha sido la causa de nuestro bautismo… Y nosotros bautizados nos podemos
hacer contemporáneos de la escena del Evangelio. En mí, se han cumplido el
Evangelio, el mandato de Cristo a los apóstoles.
Y el bautismo es la misericordia de Dios
para con nosotros porque este es necesario para la salvación de todos aquellos
a quienes el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir
este sacramento. Sin el Bautismo, nadie puede salvarse.- Es el medio ordinario
establecido por Dios para salvarnos.
Hoy también nosotros somos invitados a
salmodiar a Dios y a cantar su historia de salvación con nosotros:
He recibido el bautismo y con él la
salvación, porque es eterna su misericordia.
Se me ha perdonado el pecado original, como todos
los pecados personales –cuando el bautizado es adulto- y todas las penas
debidas al pecado; porque es eterna su misericordia.
Se me ha hecho hijo adoptivo de Dios y
heredero del cielo, porque es eterna su misericordia.
Se me
hace partícipe de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, porque es eterna su misericordia.
Participé del sacerdocio de Cristo, porque es eterna su
misericordia.
Se me ha dado la fe, esperanza y caridad y
los dones del Espíritu Santo, porque es
eterna su misericordia.
Se me ha sellado de forma indelebe como propiedad
de Dios, consagrado a él, porque es
eterna su misericordia.
Dad gracias conmigo al Señor, porque es
eterna su misericordia.
Queridos hermanos: pidamos que Dios nos
ayude a conservar la gracia del bautismo,
que por la fe recibimos, viviendo según nuestra condición de hijos de
Dios, llevando una vida en santa y piadosa –como recomienda el apóstol san
Pedro- , esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!… Procurad
con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz… Así que
vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados
por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza.» 2. Pedro 3,11-12,14,
17.
Que así sea.