LA PALABRA Y LA ALEGRÍA
El Espíritu del
Señor sigue derramando sus dones sobre la Iglesia para que seamos guiados a la
verdad plena, desvelándonos el sentido de las Escrituras y haciéndonos
anunciadores creíbles de la Palabra de salvación en el mundo.
En la Palabra
de Dios, también nosotros hemos oído, visto y tocado el Verbo de la Vida. Por
gracia, hemos recibido el anuncio de que la vida eterna, ahora estamos en
comunión unos con otros, creyentes del pasado y de ahora; «para que nuestra
alegría sea completa».
El anuncio de
la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría
profunda que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos
comunica en el Hijo. Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede
dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la
alegría es fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22), que nos permite
entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo
frutos de vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra
de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de
una alegría superficial y efímera, sino de aquella que brota del ser
conscientes de que sólo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna.
Cfr. Verbum Domini, 123