LA DEVOCIÓN A LOS SANTOS ÁNGELES
Escogía
santos protectores para que me librasen del demonio, hacía novenas. Me
encomendaba a san Hilarión, a san Miguel arcángel, a quien reanudé mi devoción,
y acudía a otros muchos santos, para que me consiguiesen que el Señor
manifestase la verdad (V 27, 1).
Estando
un día de la
Santísima Trinidad en
el coro de un monasterio, caí en éxtasis y vi una gran batalla de demonios
contra ángeles. Yo no podía comprender el significado de esta visión. Antes de
quince días todo se aclaró con la guerra entablada entre gente de oración y
muchos que no lo eran, que causó mucho daño a la casa que era de oración; la
guerra duró mucho tiempo y con mucho sufrimiento (V 31, 11).