COMENTARIO AL
EVANGELIO
XIII DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA
EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
El
Evangelio de este domingo presenta a Jesús curando a diez leprosos, de los
cuales sólo uno, samaritano y por tanto extranjero, vuelve para darle las
gracias (Cf. Lucas 17, 11-19). El Señor le dice: «Levántate y vete; tu fe te ha
salvado» (Lucas 17, 19).
Este
pasaje evangélico nos invita a una reflexión doble. Ante todo, hace pensar en
dos niveles de curación: uno más superficial, afecta al cuerpo; el otro, más
profundo, a lo íntimo de la persona, lo que la Biblia llama el «corazón», y de
ahí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical es la
«salvación». El mismo lenguaje común, al distinguir entre «salud» y
«salvación», nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud:
es, de hecho, una vida nueva, plena, definitiva. Además, aquí Jesús, como en
otras circunstancias, pronuncia la expresión: «tu fe te ha salvado». La fe
salva al hombre, restableciéndole en su relación profunda con Dios, consigo
mismo y con los demás; y la fe se expresa con el reconocimiento. Quien, como el
samaritano curado, sabe dar las gracias, demuestra que no lo considera todo
como algo que se le debe, sino como un don que, aunque llegue a través de los
hombres o de la naturaleza, en última instancia proviene de Dios.
La
fe comporta, entonces, la apertura del hombre a la gracia del Señor; reconocer
que todo es don, todo es gracia. ¡Qué tesoro se esconde en una pequeña palabra:
«gracias»!
Jesús
cura diez enfermos de lepra, enfermedad que entonces era considerada como una
«impureza contagiosa», que exigía un rito de purificación (Cf. Levítico
14,1–37). En realidad, la lepra que realmente desfigura al hombre y a la
sociedad es el pecado. El orgullo y el egoísmo engendran en el espíritu
indiferencia, odio y violencia. Sólo Dios, que es Amor, puede curar esta lepra
del espíritu, que desfigura el rostro de la humanidad. Al abrir el corazón a
Dios, la persona que se convierte es sanada interiormente del mal.
«Convertíos
y creed en el Evangelio» (Cf. Marcos 1,15). Jesús hizo esta invitación al
inicio de su vida pública, que sigue resonando en la Iglesia, hasta el punto de
que incluso la Virgen Santísima en sus apariciones, especialmente en los
últimos tiempos, siempre ha renovado este llamamiento.
Benedicto XVI