¡Oh
Madre desolada! ¡Oh Virgen afligida!
Grande es como el mar tu quebranto; ¿quién
te consolará?...
Aceptad, Madre mía de mi alma, mi consuelo,
si en algo puede
serviros en medio de vuestro dolor;
soy vuestra hija, aunque pecadora.
No me
desechéis, Madre mía de mi alma,
y Madre de dolores por mi amor.