SEÑOR; DAME DE ESA AGUA.
¡Oh, cuántas veces me
acuerdo del agua viva que prometió el Señor a la samaritana! y por eso soy muy
aficionada a aquel evangelio; y desde niña, cuando no entendía tan bien como
ahora, gozaba con este pasaje, y suplicaba muchas veces al Señor me diese
aquella agua, y la tenía pintada donde estaba siempre, con este letrero de las
palabras de la samaritana cuando el Señor llegó al pozo: "dame agua"
(Jn 4, 15) (V 30, 19).