domingo, 15 de septiembre de 2024

16. SOMOS LOS ÚLTIMOS DE LOS HOMBRES (3). MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD. SAN JUAN EUDES

DECIMOSEXTA MEDITACIÓN

Sobre estas mismas palabras: «Somos los últimos de los hombres».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

DECIMOSEXTA MEDITACIÓN

Sobre estas mismas palabras: «Somos los últimos de los hombres».

 

PUNTO PRIMERO: Nuestro Señor quiso ser tratado como el último de los hombres por las criaturas.

 

No sólo el Hijo de Dios se trató a sí mismo como el último de los hombres, sino que quiso ser también del mismo modo tratado por todas las criaturas.

Primero, por los hombres, y por hombres pecadores y miembros de Satanás. Porque jamás hombre alguno fue tratado en forma tan ignominiosa y cruel como el Hijo de Dios.

Segundo, no sólo fue tratado así por los hombres, sino por los demonios en el desierto al permitirle al espíritu del mal que lo tentará de diversas maneras, como si hubiera sido capaz de incurrir en pecado; y aún se dejó transportar y conducir por el diablo de un lugar a otro, cosa que nunca permitió hiciera con ningún hombre, que sepamos. Y en la misma forma en su Pasión le dio al diablo permiso para que lo atormentara a su voluntad, según sus propias palabras: «Esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas». Lc 12,53.

 

PUNTO SEGUNDO: Nuestro Señor quiso ser tratado como el último de los hombres por el Espíritu Santo.

 

Nuestro Señor fue tratado igualmente como el último de los hombres por el Espíritu Santo, como se desprende de estas palabras del Santo Evangelio:  «Lo echó el Espíritu Santo al desierto», que completan el simbolismo de la ceremonia del Antiguo Testamento, según la cual un macho cabrío, cargado con los pecados del pueblo de Dios, era desterrado al desierto como para liberar a los israelitas de la vista de sus crímenes con su fuga obligada lejos de su ciudad. Así el Padre Eterno puso todos los  pecados del mundo sobre su Hijo y comisionó luego el Espíritu Santo para que lo ahuyentara en dirección al desierto, todo cargado de humillaciones y de culpas.

 

PUNTO TERCERO: Nuestro Señor Jesucristo quiso ser tratado como el último de los hombres por su propio Padre.

 

Además fue tratado como el último de los hombres por su Padre, puesto que lo miró como representante de todos los pecadores y lo trató como el mayor de ellos con todo el rigor de su cólera infinita. Lo consideró como la personificación del pecado: «Por nosotros le hizo responsable del pecado», (para poderlo reparar y satisfacer). Y por esta razón dice: «Le castigué por los crímenes de mi pueblo» Is 53,8. «No perdonó ni aún a su propio Hijo, antes bien lo entregó por nosotros a la muerte». Rm 8,34. En consecuencia repito, entregó el Padre a su mismo Hijo, Jesús, a la muerte de la cruz, la más ignominiosa, lo entregó al poder de las tinieblas y de los demonios y a las mayores injusticias, iniquidades y oprobios que jamás soñó la crueldad de los hombres. En cierto modo, el Padre trató a su Hijo con más rigor y severidad que el que emplea con los demonios y con los réprobos, que constituyen la escoria moral del universo; en efecto, no debe extrañarnos el que estos miserables sean reducidos al estado en que los vemos, pues lo han merecido miles de veces, pero que el Hijo de Dios, el Inocente sea la víctima de las iras de Dios Padre, y que en forma alguna quisiera el Eterno mitigar su rigor es algo que no entendemos. Y así es como Nuestro Señor se puso en el último lugar y se consideró corno el último de los hombres, por sus palabras, por sus pensamientos y por sus disposiciones interiores, y sobre todo por sus acciones durante toda su vida. Y así es como quiso ser tratado como el último de los mortales por los pecadores, por los miembros de Satanás por los demonios, por el Espíritu Santo y por el Eterno Padre. Todo ello para glorificar en lo posible a su Padre, humillándose hasta el extremo, para reparar el  desdoroso ultraje inferido a su Padre por nuestro orgullo, para confundir y destruir nuestra arrogancia, para inspirarnos odio a nuestra vanidad y para hacernos apreciar la humildad.

¡Oh!, tenemos que convenir en que no hay nada más odioso e insultante para Dios como el orgullo, ni nada que Él mayormente deteste, ¡puesto que se necesité de las humillaciones y de la muerte de todo un Dios para reparar tal ofensa! ¡Oh! ¡Y cuán horrenda cosa es la vanidad, puesto que fue preciso que el Hijo de Dios se viera reducido a tal abatimiento para ser destruida! ¡Oh!, ciertamente es algo muy precioso a los ojos de Dios la humildad puesto que el Hijo de Dios quiso ser tratado en esta forma para hacernos amar esta virtud, ¡para arrastrarnos a su imitación con el ejemplo y para merecernos la gracia de practicarla! ¡Oh, somos en realidad culpables si después de meditar todas estas verdades, aún nos dejamos arrastrar por el orgullo y si nos negamos a humillarnos! ¡Oh!, cómo se avergonzarán en el día del juicio los ambiciosos!

Adoremos a Nuestro Señor Jesucristo en todas sus humillaciones; anhelemos su triunfo y exaltación después de haberse humillado tanto. Penetrémonos de sus sentimientos y humildad; por doquiera ocupemos el último sitio, de espíritu y de corazón, y regocijémonos si en ocasiones nos vemos tratados, sea por Dios, sea por las criaturas, como los últimos de los hombres. Roguemos al Hijo de Dios que destruya en nosotros el orgullo y que imprima en nuestro corazón sentimientos de humildad.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «Oh Señor Jesús!, me sentaré siempre en el último puesto».

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

ES CURADO EL CIEGO DE BETSAIDA. LUNES DE LA DECIMOSEPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

 


ES CURADO EL CIEGO DE BETSAIDA.

LUNES DE LA DECIMOSEPTIMA SEMANA

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

 

MEDITACIONES

PARA EL TIEMPO

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.

 

LUNES DE LA DECIMOSEPTIMA SEMANA

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

ES CURADO EL CIEGO DE BETSAIDA.

 

1. Preséntanle a un ciego, y le rogaban que le tocase. Y tomándole de la mano le sacó fuera del lugar (1). ¿Por qué no le cura en el lugar mismo? Betsaida era una villa en que había hecho el Señor muchas señales y prodigios, y con todo aún no creían. Por lo que son reprendidos en san Mateo (2) de que no correspondieron a la gracia. ¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida, etc.! Sacóle, pues, el Señor, para dar a entender, que si no correspondía, no sería sano. Así sucede en toda enfermedad del alma. ¡Cuántas gracias has recibido! Pero ¡con cuán poca correspondencia! ¡Y quieres con todo eso ser sano!

2.- Y escupiendo en sus ojos (3) la saliva de la primera gracia con que empezase a ver; e imponiéndole las manos de su poder, le pregunto, si veía algo. Y respondió: Veo los hombres como árboles que andan. Ya tiene principio de ver; pero las cosas humanas le parecen gran-des; los hombres le parecen grandes árboles; No basta poca luz para que no seas engañado. Cuando está confusa la vista, aun las cosas del mundo parecen grandes. ¿Por ventura te parecen grandes a ti también? Señal es que hay en ti muy poca luz. Ora al Señor, diciendo: Ilumina mis ojos (4), etc.

3.- Después le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le restituyó la vista, de modo que veía claramente (5). ¿Por qué puso el Señor estas demoras en curar a éste? Porque aún no estaba bien dispuesto por su poca fe, y quiso que creciese en ella, y entonces le sanó. Disposición pide en ti Dios para poder obrar en ti. Si la mano de Dios es contigo escasa, tú lo causas, porque no te dispones para mayores cosas. Procura tú, pues, disponerte para recibir la gracia, para que puedas ver con claridad todas las cosas: cuán nada sea el mundo y las criaturas; cómo Dios sea todas las cosas.

 

(1) Marc., 8. (2) Matth., 11. (3) Marc. 8. (4) Ps., 12. (5) Marc., 8.

 

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

Os doy gracias, Dios mío, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me habéis inspirado en este rato de oración…

Todo os lo ofrezco a vuestra mayor honra y gloria… y os pido gracia eficaz para ponerlos por obra…

¡Oh Padre Eterno! Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús dadme gracia ahora y siempre para cumplir en todas las cosas vuestra santísima voluntad. Amen."

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

DÍA 3. AMOR A LA PALABRA DE DIOS. NOVENA A SAN PÍO DE PIETRELCINA

NOVENA A SAN PÍO DE PIETRELCINA

ORACIONES PARA COMENZAR LOS DÍAS

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN AL PADRE PÍO

San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.

Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.

Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.

Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Día Tercero

AMOR DEL PADRE PÍO

A LA PALABRA DE DIOS

Uno de los deberes del sacerdote es la predicación de la Palabra de Dios. Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados para predicar el Evangelio. El sacerdote está acreditado oficialmente por la Iglesia para predicar la palabra como maestro.

Por eso el obispo, en la ceremonia de ordenación, le dijo: “Recibe el Espíritu Santo”.

Cuando el padre Pío llegó a San Giovanni Rotondo, el provincial lo encargó de la educación de unos treinta muchachitos que se preparaban a la vida religiosa capuchina. El superior, el Padre Paulino, nos describe así las ocupaciones en las que empleaba sus horas el padre Pío: “Se dedica a la lectura de libros espirituales, de modo especial a la lectura de la Sagrada Escritura”.

Uno de los niños de aquel tiempo, el padre Manuel de San Marco escribió: “La forma de hablar del padre Pío en las conferencias era tan expresiva y conmovedora, que superaba todo lo imaginable, porque todo cuanto decía le salía de su misma vida, de su propio corazón. ¡Con qué dulzura nos hablaba de Jesús, Camino, Verdad y Vida! ¡Con qué ternura se expresaba cuando citaba textualmente las palabras del Señor!”

Todos los que conocieron al padre Pío y lo oyeron predicar, afirman que lo hacía con ardor y eficacia.

***

Pídase la gracia que se desea alcanzar en esta novena:

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Antífona: San Pío se mantuvo alegre al compartir los padecimientos de Cristo y, ahora que se ha manifestado su gloria, rebosa de gozo.

 

V/. Ruega por nosotros Glorioso Padre Pío

R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

 

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo, da fuerza a cuantos predican el Evangelio en el mundo y concédenos que así como san Pío de Pietrelcina fue en la tierra un ardiente y humilde predicador de tu palabra, ahora en el cielo sea nuestro poderoso intercesor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

Glorioso Padre Pío de Pietrelcina,

ruega por nosotros. (x3)

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

16 de septiembre. SAN CORNELIO Y SAN CIPRIANO Y MEDITACIÓN


16 de septiembre

SAN CORNELIO, Papa y Mártir

         

 

Es preciso pasar por muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios.
(Hechos de los Apóstoles, 14, 21).

  

San Cornelio, presbítero de Roma, después de haber administrado los asuntos de la Santa Sede durante la vacancia que siguió a la muerte de San Fabiano, fue elegido para sucederle. Luchó contra el hereje Novaciano. Desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir murió en junio del año 253 

SAN CIPRIANO, Obispo y Mártir

San Cipriano desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretada una violenta persecución contra los cristianos. 

Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pro-cónsul Máximo ordenó su regreso para que compareciera ante él. Trató de obligarlo a desistir de su fe,  pero el Obispo se mantuvo firme, por lo que fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258. Cuando se le avisó que había sido condenado a muerte, respondió: "¡Alabado sea Dios!" y dio 25 monedas de oro al verdugo que debía cortarle la cabeza.

MEDITACIÓN SOBRE TRES PENSAMIENTOS DE SAN CIPRIANO

I. ¿No es acaso gran locura, dice este gran santo, amar esta vida en la que tanto se sufre, y huir de la muerte que debe libramos de todos nuestros males? Cristiano, tú crees en el paraíso; ¿Por qué, pues, te adhieres a esta vida que te mantiene alejado de él? ¿Por qué temes la muerte que pone fin a tus penas y da comienzo a tu felicidad? ¿Si tuvieses fe viva, tendrías acaso estos sentimientos? ¡Qué locura es amar las aflicciones, las penas y las lágrimas del mundo, y no tender hacia una felicidad que no puede sernos arrebatada! (San Cipriano).

II. ¿Por qué amas el mundo con sus placeres y honores? Si tú no escuchas sus máximas, si no sigues sus ejemplos, él te desprecia y maltrata; si haces su voluntad, se convierte en tu amigo, te halaga, te acaricia, pero no lo hace sino para perderte con más seguridad. ¿Por qué, pues, amar a tu enemigo? ¿Por qué amarlo, cuando sabes que tu complacencia jamás lo satisfará, y sus placeres jamás te harán feliz?

III. ¿Por qué no amas a Jesucristo? Él te amó cuando aún eras su enemigo; murió por ti en una cruz; te promete el cielo en recompensa de tu amor, y sin embargo, en vez de amarlo, lo ofendes todos los días; te pones de parte del demonio su adversario. ¿Qué te ha hecho Jesucristo para que lo trates tan cruelmente? Puesto que el mundo te detesta, ¿por qué amas al que te odia? ¿Por qué más bien no amas a quien te redimi6? (San Cipriano).

El desprecio del mundo 

 Orad por los que están en pecado mortal.

 

ORACIÓN

 

Haced, os lo rogamos, Señor, que la solemnidad de los bienaventurados mártires y pontífices santos Cornelio y Cipriano nos haga experimentar los efectos de su protecci6n, y que su gloriosa intercesi6n nos haga agradables ante vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S. Amén.


HE AHÍ A TU MADRE. Catena aurea de santo Tomás de Aquino


 

15 de septiembre

LOS DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

 

Comentario al Evangelio de la

Catena aurea de santo Tomás de Aquino

 

JUAN 19, 25-27  Y los soldados, ciertamente, hicieron esto. Y estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Y como vio Jesús a su Madre, y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: "Mujer, he ahí a tu Hijo". Después dijo al discípulo: "He ahí a tu Madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya. (vv. 25-27)
 

Teofilacto

Mientras los soldados se ocupaban de satisfacer su sórdida avaricia, Jesús cuidaba solícito de su Madre. Por eso dice: "En efecto, los soldados hicieron esto; estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre", etc.
 

San Ambrosio, in epistolis

María, Madre del Señor, estaba ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista. Otros describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso, después de su confesión piadosa. San Juan escribió lo que los otros se callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba el reino de los cielos. Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo: "He aquí tu hijo". "He aquí a tu Madre". Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño. Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico; y este testamento era refrendado por Juan. ¡Digno testimonio de tal testador! Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo ( 2Cor 3) y pluma de lengua, que escribe velozmente ( Sal 44,2). Pero María se mostró a la altura de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo. Cuando huyeron los Apóstoles, estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo. Y aun quizás porque conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del Salvador. Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos los que sin ayuda había conservado 1. Por eso dice: "He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos" ( Sal 87,5). Aceptó, en verdad, el afecto maternal, pero no buscó el auxilio ajeno. Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único. Porque ni vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de poder tener otro.
 

San Jerónimo, contra Helvidium

La María que San Marcos y San Mateo llaman madre de Santiago y José, fue mujer de Alfeo y hermana de María, Madre del Señor, y es la que Juan designa en esta ocasión con el nombre de María Cleofé, bien sea por su padre o por razón de parentela o por cualquier otra causa. Pero si os parece que es otra, y así lo parezca, porque en otra parte se llame María, madre de Santiago el Menor, y aquí, María Cleofé, fijáos en la costumbre de las escrituras de llamar con diverso nombre a una misma persona.
 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82

Y admira cómo el sexo débil de las mujeres, aparece aquí más varonil, firme junto a la cruz, cuando los discípulos huían.
 

San Agustín, De cons. evang. 3, 21

Si no fuera porque San Mateo y San Lucas nombraron a María Magdalena podríamos decir que unas estuvieron junto a la cruz y otras lejos, pues ninguno hace mención de la Madre del Señor, más que San Juan. Veamos, pues, cómo se ha de entender que la misma María Magdalena estuviese lejos con las demás mujeres, según dicen Mateo y Lucas, y estuviese al mismo tiempo junto a la cruz, como dice San Juan. Esto no puede conciliarse a menos que hubieran estado a tal distancia que pudiera decirse: junto a la cruz; o porque, en su presencia, prontamente podrían haberse acercado; o porque estaban lejos en comparación con la turba de soldados y jefes que estaban más cerca. Podemos también suponer que las que estaban cerca, con la Madre del Señor, comenzaron a marcharse después que Jesús la encomendó a su discípulo, para alejarse de la confusión de las turbas y ver de lejos lo demás que sucedió. Por ello los otros evangelistas, que las mencionan después de la muerte del Señor, recuerdan que estaban ya lejos. En fin, ¿en qué altera la veracidad del hecho el que unas mujeres fueran citadas a un tiempo por unos evangelistas, y a otro tiempo por otro evangelista?
 

Crisóstomo, ut supra

Habiendo estado presentes otras mujeres, no recuerda el Evangelista a otra sino a la Madre del Señor, dándonos a entender el respeto que debemos a las madres. Pues, así como no conviene que los parientes se enteren de las cosas espirituales, así también conviene darles conocimiento de ellas, prefiriéndola a los demás cuando no se hayan de oponer. Por eso dice: "Como viese Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo".
 

Beda

El Evangelista se designa con la señal del amor no porque fuese él sólo, con exclusión de los otros discípulos amados del Salvador, sino por el privilegio de la castidad con que sobresalía de los demás, por cuanto fue amado con un afecto más familiar, siendo virgen desde su vocación y permaneciendo siempre.
 

Crisóstomo, ut supra

¡Con cuán alto honor honró al discípulo! Pero él se oculta con la moderación de su sabiduría; porque si hubiera querido vanagloriarse, hubiese expresado la causa por qué era amado, y es preciso convenir que el motivo era grande y admirable. Así es que Jesús nada más dijo a Juan, ni le consuela en su tristeza, porque no era el momento oportuno de hablar de consuelo. Pero no era poco distinguirle con tal honor, y como era conveniente procurar para su Madre, oprimida de dolor, alguno que le reemplazara (porque Jesús se iba), dejó este encargo al discípulo que amaba. Sigue: "Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre".
 

San Agustín, in Ioannem, tract., 119

Esta es, sin duda, aquella hora en la que, habiendo de convertir el agua en vino, había respondido Jesús a su Madre: "Mujer, ¿qué hay común entre ti y mí? aun no ha llegado mi hora" ( Jn 2,4). En aquella ocasión en que debía empezar a obrar milagros, no la reconoció como Madre de su divinidad, no siéndolo mas que de su débil humanidad 2, pero ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.
 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84

De este modo queda refutado el error de Marción. Si Jesucristo no fue engendrado según la carne, ni tuvo Madre, ¿por qué tanto esmero por su cuidado? Observa cuán tranquilamente dispone todas las cosas, en el momento de estar en la cruz, hablando a sus discípulos de su Madre, cumpliendo las profecías y prometiendo el cielo al buen ladrón. Antes de ser crucificado, se le ve temblar, pues entonces demostraba la debilidad de la naturaleza; pero ahora ostenta la grandeza de su poder. Así nos enseña, que si nos conturba la adversidad, no por eso desistamos. Y cuando hubiéramos entrado en la lucha, soportarlo todo como cosa fácil y ligera.
 

San Agustín, ut supra

Como proveía a su Madre, en cierto modo, de otro hijo por el que la dejaba, manifestó el motivo en las siguientes palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya". ¿Pero en qué recibió Juan como suya a la Madre del Señor? ¿Acaso no era de los que habían dicho a Jesús: "He aquí que nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido" ( Mt 19,27)? La recibió, no por sus propiedades (pues nada tenía propio), sino en los cuidados que solícito la había de dispensar.
 

Beda

Hay otra versión que dice que el discípulo la recibió, no como algunos dicen como Madre suya, sino más propiamente para cuidar de ella.
 

Notas

1. "El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. 'Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte' (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 964).

2. El concilio de Efeso (431) enseña que "no nació primeramente un hombre vulgar de la santa Virgen, y luego descendió sobre El el Verbo; sino que unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esa manera (los padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen".