domingo, 19 de noviembre de 2023

EL GRANO DE MOSTAZA. DOM GUERANGER

 


VI DOMINGO DE EPIFANÍA TRANSFERIDO

DOM GUERANGER

Nos da aquí Nuestro Señor dos símbolos bien expresivos de su Iglesia, que es su Reino, y que comienza en la tierra y termina en el cielo. ¿Cuál es ese grano de mostaza, oculto en la oscuridad del surco, invisible a todas las miradas, que aparece luego como un germen a penas perceptible, y va creciendo hasta hacerse un árbol, cuál es sino la Palabra divina, oscuramente sembrada en la tierra de Judea, sofocada durante un tiempo por la malicia de los hombres hasta ser enterrada en un sepulcro, surgiendo luego victoriosa hasta extenderse por el mundo entero? No había transcurrido aún un siglo desde la muerte del Salvador, y ya su Iglesia contaba con miembros fieles, más allá de las fronteras del Imperio romano. Desde entonces se ensayaron todos los métodos para desarraigar aquel árbol gigantesco: la violencia, la política, la falsa ciencia perdieron el tiempo en ello. Lo único que lograron fue desgajar algunas ramas; pero la sabia vigorosa del árbol las reemplazó al momento. Las aves del cielo que vienen a buscar cobijo y sombra en sus ramas, son, según interpretan los Padres, las almas que, ansiosas de lo eterno, aspiran a un mundo mejor. Si somos dignos del nombre de cristianos, no podremos menos de amar ese árbol, y sólo bajo su sombra protectora hallaremos seguridad y reposo.

La mujer de que se trata en la segunda parábola, es nuestra Madre la Iglesia. Fué ella, la que ocultó al principio del cristianismo, la divina enseñanza en la masa de la humanidad, como levadura secreta y saludable.

Las tres medidas de harina que empleó para hacer un pan agradable, son las tres grandes familias de la especie humana, salidas de los tres hijos de Noé, de quien descienden todos los habitantes de la tierra. Amemos a esa Madre, y bendigamos la celestial levadura, a la que debemos el ser hijos de Dios por serlo de la Iglesia.