sábado, 8 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 9

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 9

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA NUEVE

Sobre el juicio universal.

 

En el día del juicio me he de presentar delante del juez inexorable. ¡Qué terror me causará su vista!  Era mi padre y no le amé; era mi dueño, y le dejé; era mi Dios, y le desprecié. Con una sola mirada me pondrá delante mi ingratitud, mi infidelidad, mi perfidia. ¿Acudiré entonces a María? Pero ¿cómo tendré tanto valor, si con mis pecados crucifiqué muchas veces a su divino Hijo? ¿Me defenderá el Ángel de mi guarda? ¿Cómo, si nunca le obedecí? El demonio, que fue siempre mi amigo, será mi acusador.       

Mis pecados se han de referir delante de todo el mundo. ¡Qué vergüenza! Delante de mis compañeros, que me tenían por un ángel; delante de mis padres, que me tenían por, inocente; delante de mi confesor, a quien engañé. Y se han de referir todos sin dejar ninguno; hasta los pensamientos más ocultos, hasta los deseos más recónditos: aquel pecado que cometí yo solo, aquel pecado que cometí con un compañero, el que cometí en aquella habitación, en la clase, en aquella tienda, en aquella iglesia. ¡Qué confusión tan grande!

Después se ha de pronunciar la sentencia de salvación o condenación.  La ha de pronunciar Jesucristo, Juez de vivos muertos. Este Señor me ha de llamar bendito o me ha de llamar maldito. ¿Cuál será mi suerte? ¿Ir con Jesús al reino de los cielos, o con Satanás a los calabozos del infierno? Pero la sentencia, ¿no podrá suspenderse? No; ni por un instante. ¿No se podrá revocar? Nunca, ni en todos los siglos. ¡Qué alegría me causará oír que el Salvador me dice: ¡Ven, bendito de mi Padre, a poseer el reino que te tiene preparado! Pero ¡qué horror! si oigo que me dice: ¡Maldito, apártate de mí, al fuego eterno! ¡Oh, Dios mío! ¿Cuál será mi sentencia? ¿Y cómo es que, estando citado a comparecer en juicio, apenas me acuerdo de una cosa en que tanto me va?

 

EJEMPLO

Uno de los compañeros más íntimos y familiares de San Francisco, llamado Fray León, tuvo, entre otras, la visión siguiente: Vio en un dilatado campo la representación del juicio final, donde se habían reunido innumerables personas, y otras que iban llegando al sonido de una espantosa trompeta que estaba llamando a juicio. En esto pusieron dos escaleras, una de color encarnado y otra blanca, que llegaban de la tierra al cielo; al fin de la primera estaba Jesucristo, y cerca de él, el seráfico Padre, que con rostro halagüeño exhortaba a sus hijos a subir por ella. Empezaron a hacerlo así, pero unos caían del tercer escalón, otros del cuarto, otros del décimo. Entonces el Santo Padre, muy afligido, les empezó a clamar que subiesen por la otra escalera donde se hallaba la Santísima Virgen; los religiosos corrieron a ella, y esta piadosísima Madre les daba la mano y entraban en el cielo. ¡Tristes de nosotros si no acudimos a esta soberana Señora, por cuyo medio han de conseguir su salvación los que quieran ir por la escala y camino recto de la justicia!

 

OBSEQUIO

Figúrate al acostarte que vas a ser juzgado por Dios, y mira lo que entonces te dice la conciencia.

 

JACULATORIA

En el día del juicio, ampáranos, Señora.

 

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.