jueves, 27 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 28

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 28

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA VEINTIOCHO.

De los ejemplos que nos dio Jesucristo en el desierto.

 

El Salvador, yendo solo al desierto, nos enseña a que amemos la vida retirada y oculta.  En ninguna parte tenía que temer objetos que le halagasen, compañeros que le sedujesen, discursos que le pervirtiesen, criaturas que le atrajesen o derribasen, y, sin embargo, se aparta del bullicio y huye al desierto. Y yo, siendo tan débil, siendo de barro frágil, bastando una mirada para embelesarme, ¿me engolfo sin reparo ninguno en medio de la multitud, y busco de continuo el trato y comunicación con las criaturas?

El Salvador, con un riguroso ayuno, me enseña en el desierto la mortificación de la carne. ¿A qué otro fin había de estar cuarenta días con sus noches sin comer ni beber, durmiendo en el suelo y viviendo entre fieras, supuesto que su carne estaba del todo sujeta al espíritu, y era su Majestad impecable por naturaleza? Pero ¡ay! ¡qué diferencia entre el Señor, que es la misma inocencia hay un miserable como yo, concebido en pecado, inclinado al pecado, y actualmente quizá en pecado! el ayuno cuarenta días con tanta rigidez, y yo a duras penas observó los ayunos que me manda la Santa Iglesia, o buscó por lo menos invenciones para hacerlos menos sensibles.

El Salvador, orando en el desierto continuamente, me enseña el grande aprecio que debo hacer de tan santo ejercicio. Pero ¿de que tenía el señor necesidad? no de la gracia, porque no la podía perder; no de la virtud, porque estaba colmado de todas las virtudes; no de sabiduría, porque él es la misma sabiduría y ciencia del Padre. Yo, yo soy el que tengo gran necesidad. y con todo, ¡qué dolor!, mis oraciones son muy breves, hechas casi a la fuerza, siempre distraído y sin recogimiento ni devoción alguna.

 

EJEMPLO

Mucho se complace María santísima de la oración hecha en honor suya o para implorar sus favores, y mucho más le agrada que al mismo tiempo mortifiquemos, la rebeldía de nuestra carne.  Vivía en Cerdeña una joven de doce años, a quien exhortaba su madre; que era muy devota de la Virgen, a rezar diariamente la corona y ayunar los sábados. En lo del rezo la obedeció, pero no en el ayuno. Su madre la instaba diciendo que no era gran cosa ayunar un día cada semana; pero la hija se negaba, excusándose, como otros hacen, con que no podía, en, lugar de decir que no quería, y era la verdad; hasta que una noche estando durmiendo, oyó que la llamaban por su propio nombre; despertó y vio a la Santísima Virgen que le hablaba; diciendo: «Ayuna los sábados como te aconseja tu madre, y si lo haces yo te ayudaré en tus necesidades». A estas palabras saltó de la cama y pasó lo restante de la noche haciendo fervorosos propósitos; empezó su ayuno, y el efecto mostró que no había sido engaño la visión, porque habiendo guardado esta santa costumbre por espacio de treinta años, experimentó visiblemente la protección y amparo de la Virgen en cuantas necesidades se le ofrecieron[1].

 

OBSEQUIO

Vivir retirados cuanto sea posible, y observar silencio, particularmente en la iglesia, escuela y demás actos de particular obligación.

 

JACULATORIA

Pon, Señora, una guarda en mis labios.

 

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


[1] Auirem., t. I, pág. 204.