MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 7
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA SÉPTIMO
De las penas del pecado.
Cuando un hombre a quien han ofendido quiere vengarse, muchas veces no puede; pero en Dios no es así: si quiere, puede castigar el pecado y vengarse de sus enemigos. Puede quitarnos la salud, los bienes, nuestros padres o la vida. Si quiere, lo puede hacer en un instante. Al que está en pecado mortal puede castigarle con muerte repentina. Si lo quiere hacer, ¿quién se lo impedirá? Y tú, infeliz, ¿sabes cuál es en esta parte la voluntad de Dios? No. Pues si no lo sabes, ¿cómo te atreves a pecar y a dormir tranquilo en el pecado?
Ahora bien; has de saber que Dios te quiere castigar. Si has pecado, ten por cierto que Dios se ha de vengar de ti y te ha de castigar en esta vida o en la otra. O penitencia, o infierno. Adán y Eva alcanzaron perdón y se salvaron; pero la pena temporal de su pecado dura todavía. Tú dices: «Un pecado más o menos poco importa» ¡Insensato! ¿No te importa nada un castigo más o menos?
Aun en este mundo castiga Dios el pecado. Las enfermedades, las desgracias en las familias, aquel empleo perdido, aquellas esperanzas frustradas, la calumnia que os levantaron, esas tentaciones tan molestas y continuas que sientes, ¿qué otra cosa son sino castigos del pecado, por más que tú, por estar ciego, no lo conozcas? Y si acaso alguna vez logras satisfacer tus apetitos, y todos tus negocios caminan felizmente, no dudes que éste es un castigo mayor y más terrible, porque te sirve de medio para permanecer en tu mala vida, para añadir pecados a pecados y amontonar leña para el fuego eterno. ¿Será, por ventura, que ya no sientes remordimientos de conciencia ni temes el castigo de la ira divina? ¡Ay de ti, que todo su rigor está pesando sobre tu frente! Si hay alguno en el mundo que tenga necesidad del valimiento de María, eres tú.
EJEMPLO
Si Dios hasta ahora no te ha castigado, debes atribuirlo a la intercesión de María; ¡pero infeliz de ti si desde luego no te enmiendas! Vivía un señorito noble en la provincia de Toledo encenagado en sus vicios aunque conservaba algunas devociones a la Virgen. Cansado el Señor de sufrirle, estaba ya resuelto a castigar sus escándalos y pronto a dar licencia a la muerte para que le arrebatase repentinamente, según vio cierta persona de santa vida; pero vio también que, interponiendo sus ruegos la sacratísima Virgen, le respondió su divino Hijo: «Por vuestro amor le concedo treinta días de término para hacer penitencia pero si pasan sin haberse enmendado, se efectuará indefectiblemente la sentencia»[1]. Esta persona piadosa, movida de caridad, descubrió la visión a un sacerdote para que avisase al caballero; avisóle al instante, y con sus buenas razones logró que se confesase y le dejó resuelto a mudar de vida; pero en vano porque a poco volvió a recaer. Verdad es que acudió segunda vez al confesor proponiendo corregir su mala costumbre; mas lejos de hacerlo así, se encenagó en sus vicios peor que antes. Desde entonces huía del confesor, y encontrándole acaso un día en la calle, con rostro airado y modo grosero le dijo: «Padre, a vuestros negocios, que conmigo nada tenéis que ver» Llega por fin, la noche en que se cumplían los treinta días; el joven, no haciendo caso de la amenaza del cielo, permanecía en su mal estado con más libertad que nunca; cuando a eso de media noche se siente el infeliz asaltado de agudísimos dolores: Acuden a los gritos los que estaban cerca, corren a buscar al confesor llega, pero por más que hizo exhortándole confiar en la protección de María Santísima, todo fue en vano; el miserable, dando una voz espantosa, dijo: «¡Ay, que me han atravesado el corazón!», y expiró al punto.
OBSEQUIO
Un cuarto de hora de rodillas delante de una imagen de María Santísima, pidiéndole que nos libre de la ira divina.
JACULATORIA
Madre de Dios, pide por mí.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.