MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 29
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA VEINTINUEVE
Consideración de Jesucristo crucificado.
Contempla, alma mía, en Jesucristo crucificado 1a bondad de Dios. El Padre sacrifica a su Unigénito Hijo, y el Hijo se sacrifica a sí propio por tu salvación. Bastaba una gota de su preciosísima sangre para salvarte; pero quiere su bondad que se vierta toda, y toda se vierte, añadiendo además prisión, bofetadas, salivas, azotes, espinas, clavos, afrentas, hiel y vinagre. No ha habido quien le iguale en el amor, y por eso nadie le igualó en padecer por sus amigos dolores y desprecios.
Pero considera también en Jesucristo crucificado la justicia de Dios. ¿Cómo es que el Hijo de Dios es sentenciado a pena de muerte, y de muerte afrentosa? Por los pecados del mundo. ¡Pero si no son pecados suyos! No importa; los ha tomado sobre sí, tiene que pagarlos.
¡Pero si es inocente y la santidad por esencia! No importa; es reo de pecados ajenos, y basta para ser puesto en una cruz. ¡Pero si es el Unigénito del Padre!
No importa. ¿Ha tomado la divisa del pecador? Pues ha de ser clavado entre dos ladrones, le ha de abandonar su mismo Padre, y ha de morir como si fuese, el criminal más infame del mundo.
¡Oh, pecado horrendo!¡Oh, verdugo de la santidad infinita! ¡Oh, monstruo execrable!
Aprende de aquí, alma mía, para tu provecho, dos verdades importantísimas. Primera: aprecio de tu salvación. Preciso es que sea tu salvación una cosa, de sumo interés, pues llega por ella el Hijo de Dios a morir en una cruz. Segunda: gran temor de perderte. ¡Ay de ti si te condenas! Porque si la justicia divina castigó con tal rigor al inocentísimo Jesús por pecados ajenos; ¿qué hará contigo para castigar los tuyos propios, habiendo sido tantos, tan graves y cometidos con tan refinada malicia? ¡Oh, Dios mío! Por los infinitos merecimientos de tu preciosa sangre, te pido humildemente me perdones todos mis pecados. ¡Oh, buen Jesús! Sálvame por tu sagrada Pasión y muerte, y mientras me durare la vida mírame de continuo con ojos de misericordia.
EJEMPLO
A un hombre sanguinario y lleno de enormes delitos, porque tuviese alguna esperanza de remedio, pudo persuadirle su mujer, después de repetidas instancias, que a lo menos ayunase los sábados y rezase un Ave María a todas las imágenes que viese de la Virgen, ya que no quería reducirse a penitencia. Y a pesar de que empezó esta devoción sólo por condescender con su esposa, de aquí provino su felicidad. Un día, pues, viniendo de camino, entró en una iglesia fatigado, y mientras descansaba se puso a rezar un Avemaría, sin intención ni afecto, delante de una imagen de esta Señora con el Niño Jesús en brazos, más al quererse retirar para proseguir su camino, advirtió que el Niño estaba lleno de llagas frescas y bañado en sangre. La novedad del caso le llenó de asombro, y, preguntó, a la Virgen: «¿Señora? ¿quién ha maltratado así a vuestro Hijo? -Tú, respondió la Virgen, has herido con tus pecadas a mi Hijo e Hijo, de Dios» Al oír estas palabras, prorrumpió el hombre en un amargo llanto, pidiendo con tristes sollozos al Refugio de los pecadores; que le alcanzase perdón de sus culpas; Empezó a pedir la soberana Reina, pero el divino Infante mostraba no querer escuchar los ruegos de su Madre. Redoblaba más y más sus instancias la compasiva Señora, hasta que al fin (¿qué le podrá negar el que habitó en sus purísimas entrañas?) se ablandó el amantísimo Jesús y se lo concedió. «Ven, dijo entonces la Madre del arrepentido pecador, ven y besa las sagradas llagas de mi querido Hijo. El, todo temblando y ver tiendo un arroyo de lágrimas, llegó y se las besó, pareciéndole que al mismo tiempo se iban cicatrizando como por efecto de su contrición. Hecho esto, salió de la iglesia y juntamente del mundo, porque él y su mujer, de común acuerdo, por gracia y llamamiento especial de la bondad divina, abrazaron de allí a poco el estado religioso.
OBSEQUIO
Decir muchas veces al día: Jesús está crucificado, y yo vivo en delicias.
JACULATORIA
¡Oh, tierna Madre! Por tus manos hagas que de Jesús las amorosas llagas séllenme en lo profundo el corazón.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.