MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 24
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA VEINTICUATRO
Consideración del pecado venial.
El pecado venial es un mal pequeño; esto se dice pronto, pero nunca es mal leve el disgustar a Dios. Un Dios tan grande, un Padre tan bueno, un esposo tan puro, un Redentor tan piadoso, ¿merece, acaso, ser ofendido? ¿Te parecería poco que todo el mundo quedase reducido a cenizas, o que el cielo cayese de alto a bajo? Pues mucho mayor mal es, ciertamente, un solo pecado venial, por ser ofensa de Dios. Pecar en un pronto y sin reflexión, malo es; pero conocer que aquella mentira, que aquella desobediencia es un pecado venial, y, sin embargo, quererle cometer, es lo mismo que decir: Me agrada más el pecado que Dios. De este modo, si no hubiese infierno, con la misma facilidad cometerías cualquiera maldad, porque se ve que de Dios haces menos caso.
Pero si sigues así, tarde o temprano caerás también en pecado mortal. ¿Cuánto tiempo crees que Dios querrá vivir unido con un alma que le ama tan poco? Y después, ¿no conoces que tus fuerzas se van debilitando de día en día, que la muerte y el infierno no te atemorizan ya tanto, y que Dios se va retirando de tu corazón? Muchas veces te hallas en los confines del pecado mortal, y no puedes llegar a conocer si los has pasado. ¿Quién sabe si muchas veces así será? ¿Quieres salvarte estando siempre al borde del precipicio!
EJEMPLO
¡Cuántas faltas que pueden parecer ligeras, o por irreflexión o por la edad desagradan, sin embargo, grandemente a Dios y a su Madre Santísima! En una pared de la iglesia de San Pedro de la ciudad de Douai, por la parte de afuera, había una imagen de bulto de Nuestra Señora[1], delante de la cual se pusieron a jugar unos muchachos con mucha libertad, al tiempo que algunos que por allí pasaban se habían puesto a rezar. Quiso la Virgen manifestar cuánto le desagradaba el poco respeto que se le tenía, se movió la imagen y levantó el brazo, como amenazando los jugadores. Advirtiéronlo algunos, acaso los menos inmodestos, y dijeron a los compañeros: «¿No veis que la Virgen ha levantado el brazo y nos quiere castigar porque jugamos aquí?» Todos se amedrentaron y fueron presurosos a contar el prodigio a sus padres, y en menos de media hora se reunió allí un gran concurso, y aquella buena gente vino con gran devoción por ocho días continuos a pedir perdón a la Virgen de la irreverencia de los jóvenes, la Señora, en señal de haberse aplacado, obró en aquellos días muchos milagros.
OBSEQUIO
Particular modestia en la iglesia, teniendo siempre los ojos bajos durante la misa.
JACULATORIA
¡Oh, Madre de Dios! alcánzame el perdón de todos mis pecados.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.