sábado, 29 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 30

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 30

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA TREINTA

De la Virgen Dolorosa al pie de la cruz.

 

Tres espadas agudísimas traspasaban, entre otras, el pecho maternal de la afligida Virgen María estando al pie de la cruz:    

Primera. Perder el Hijo más hermoso, amable, inocente y santo de cuantos ha habido en el mundo; vede enclavado entre dos ladrones, desangrado y muerto en la flor de su edad y, al mismo tiempo considerar que tú, pecador ingrato, no habías de querer aprovecharte de tan costoso remedio, prefiriendo tu condenación al precio infinito de aquella sangre derramada por ti. Este era un dolor indecible que atravesaba el alma de la desconsolada Señora, y la obligaba a repetir llena de angustia: «¡Ay, que ha de ser inútil para aquel pecador infeliz la sangre de mi amantísimo Hijo!»

Segunda. Ver que esta preciosa sangre, no solo se derramaba inútilmente para muchos cristianos, sino que por su culpa les había de ser causa de duplicado infierno. ¡Qué dolor este tan atroz para una Virgen tan misericordiosa, conocer que el precio y rescate del género humano había de formar la acusación y sentencia de muerte eterna a muchos pecadores, qué, al fin, son hijos suyos; perder su amabilísimo Jesús en balde para ti y verle por esto mismo padecer más! ¡Oh, madre afligidísima! ¿Quién podrá consolarte?

Tercera. Sobre todo, aun cuando hubiese podido soportar la ingratitud de los cristianos y la indiferencia con que muchos miran al beneficio de la redención, ¿qué diremos del dolor que le ocasionaba el criminal abuso que otros muchos habían de hacer del mismo beneficio? ¡Quién podrá explicar a qué punto llegó aquí su aflicción! porque si Jesucristo no hubiera muerto por ti, no serías, en verdad, tan delincuente y culpado; pero ofenderle ahora con loca presunción y confianza, en su preciosa sangre, y aún despreciarle y blasfemarle, como hacen muchos, ¿hay corazón que lo pueda sufrir? ¡Cuán cruel sería este tormento para el amante corazón de la Virgen! ¡Y cuán crueles somos nosotros si sus penas y angustias no nos mueven a compasión y llanto!

 

EJEMPLO

 

En tiempo de Santa Brígida hubo un hombre noble y rico, pero entregado enteramente a la disolución y demás vicios[1]. le dio la última enfermedad, y, sin embargo, en todo pensaba menos que en disponerse para la muerte. su polo Santa Brígida, y al instante se puso a pedir eficazmente al señor que ablandarse el pecado de aquel pecador obstinado y le convirtiese; y tantas veces y con tal instancia llamó a las puertas de la divina misericordia, que al final le habló su majestad, diciéndole que fuese un sacerdote a exhortar al enfermo a penitencia. Hízolo tres veces 1 muy celoso; pero por más que le dijo, todo fue en vano, hasta que la cuarta vez, ayudados de la gracia divina, logró compungir leí tocarle del todo el corazón, de suerte que exclamó el enfermo: «hace 70 años que no me he confesado, habiendo sido en tan largo tiempo esclavo del demonio, guardándole fidelidad y aun tratando estrechamente con él; pero ahora me siento enteramente mudado: pido confesión, y espero que Dios me ha de perdonar» Esto dicho con abundantes lágrimas, se confesó cuatro veces aquel mismo día, al siguiente recibió el Viático, y pasados otros seis murió con extraordinaria compunción. Apenas había expirado apareció el Señor a Santa Brígida, y le dijo que su alma había ido al purgatorio, y que no tardaría en estar allí el cielo. Quedó la Santa admirada sobremanera de que un hombre que tan mal había vivido hubiese al fin muerto en gracia, y el Señor le declaró el motivo con estas palabras: «Sabe, hija mía, que la devoción de mi querida Madre le ha cerrado las puertas del infierno; porque, aunque él nunca la amó de veras, tenía devoción a sus dolores, y siempre que los consideraba, o sólo de oír su nombre, mostraba compasión; por eso ha encontrad o un atajo para salvarse»

 

OBSEQUIO

Ofrecer a María Santísima, en memoria de sus dolores, todas las molestias o incomodidades del presente día.

 

JACULATORIA

Llore yo contigo, Madre mía.

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


[1] Auriem., t. II, pág. 182.