MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 4
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA CUARTO
Sobre la salvación del cuerpo.
¿Por qué pecas? Por contentar tu carne. Insensato, ¿no conoces que así la aborreces, pierdes y destruyes? Si pierdes el alma, ¿salvarás, acaso, el cuerpo? No. O bienaventurados los dos, o ambos condenados. Te molesta y aflige un dolor de cabeza, una cama dura, una comida escasa, una postura incómoda; pero y en el infierno, ¿qué será?
¡Qué empeño no pones algunas veces ahora porque tu cuerpo miserable haga en el mundo gran papel! Morirás, y a poco será un esqueleto, la cabeza una calavera sin piel, sin ojos, sin labios, sin lengua; manos y pies descarnados, y lo restante una caverna de podredumbre y gusanos. Pero si además te condenas, tu rostro estará en el infierno negro como un carbón, tus cabellos serán como serpientes, tu lengua se vibrará como una víbora, tus ojos parecerán dos brasas encendidas; en suma: vendrás a ser igual a un demonio. ¡Qué horror!
Pues cuando tu carne te quiera inducir a pecar, dile: «¡Ah, carne rebelde, si condesciendo con tu deseo, arderás en vivas llamas por toda la eternidad!" ¿Será bien gozar tan poco para después penar tanto? Si quieres amar tu cuerpo, ámale enhorabuena, pero procúrale un verdadero bien, una verdadera belleza, un bien y una belleza eterna en la bienaventuranza.
EJEMPLO
María no sólo es protectora del alma de sus devotos, sino también de Cuerpo. Bien lo experimentó Águeda de la Cruz, del Orden de Santo Domingo. Divirtiéndose un día, siendo niña, con otra de su edad, en un lugar alto de su casa, ésta la empujó y cayó desde arriba. Águeda, al caer, dijo: María ayudadme; Acudió la Virgen, y con sus sacratísimas manos la puso en tierra sin dañó alguno. No acabaron aquí las gracias de María, Madre de amor, para con ella. Un día, estando sola, vino un pobre a su casa a pedir limosna; la buena Águeda, movida a compasión, quiso alcanzar no sé qué cosa que estaba colgada en alto. El demonio, enemigo capital de los hijos de María, la derribó del banco en que se había subido, y con el cuchillo que tenía en la mano se llevó un dedo. Águeda, por el dolor que sentía y el temor de los suyos cuando volviesen a casa se encomendó con gran confianza a la Virgen, la cual dicen se le apareció visiblemente, le restituyó el dedo y le dijo: «Hija mía, no tengas miedo del demonio; cuando te quiera hacer daño, llama a mi Hijo y Él te librará»
¿Puede darse afecto más tierno que el de esta gran Madre del hermoso amor para con sus hijos?
OBSEQUIO
Hacer alguna mortificación en penitencia de las satisfacciones ilícitas que hayamos dado al cuerpo.
JACULATORIA
Purifica mi alma y cuerpo, Virgen piadosísima.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.