martes, 25 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 26

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 26

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA VEINTISÉIS

Consideración sobre el Niño Jesús.

 

Considera bien la pobreza de aquel divino Infante. Todo le falta. Le falta la casa, y tiene que recogerse en un establo. Le falta cama, y ha de reclinarse en unas pajas. Le falta el calor, y se le han de dar con su hálito dos animales. ¡Jesús tan pobre, y yo tan deseoso de abundancia y comodidades!

Considera después su mortificación. Un cuerpecito tan delicado, ¿qué frío tan intenso no padecería en una estación tan cruda? ¿Qué desabrigo, echado en aquel pesebre? Y, sin embargo, no se queja ni se da por sentido. ¡Jesús tan mortificado, y yo tan ansioso de placeres!

En fin, repara su humillación. ¿Cómo nace el Señor? En el silencio de la noche y en un paraje de los más desconocidos. ¿Quién le sirve? No tiene criados; su padre y su madre son los únicos que le asisten. ¿A quién se da a conocer? A unos rústicos pastores. ¿Qué figura entra haciendo en el mundo? La de un mendigo que no encuentra, quien le albergue siquiera una noche por caridad. ¿Es posible? ¡Jesús tan humilde, y yo tan orgulloso y amigo de ser respetado!

Ven, cristiano, a la cuna del Salvador para ser juzgado; mírala bien: aquel es­ tablo y pajas están condenando tu conducta.

EJEMPLO

Una niña de siete años[1], oyendo contar la hermosura y gracia de Jesucristo, se encendió en un deseo ardiente de verle. Con santa sencillez y simplicidad suplicaba a María Santísima la hiciese la merced de mostrársele una vez si quiera; pero como el favor que pedía era extraordinario, no fue oída desde luego. Continuó esta oración por espacio de siete años, ejercitándose frecuentemente en actos de amor al divino Esposo que había herido su corazón. Las heridas amorosas, como decía el devoto San Juan de la Cruz, no se hacen sino a la presencia del amado; llamaba siempre la niña a las puertas de María para recibir el beneficio de la vista del Hijo, a quien su alma deseaba. Al fin, una noche de Navidad fue felicísima para ella, pues hallándose encendida en este deseo, retirada en su oratorio y en fervorosa oración, vio a la tiendita Madre con el Niño en los brazos, y oyó que le decía: -Ea, toma, hija mía, y regálate con él.­ Lo recibió la dichosa doncella, y, teniéndole en los brazos; le preguntó el Niño si le amaba. -Sí, Señor; os amo mucho, respondió. - ¿Cuánto?, dijo Jesús. -Más que a misma, respondió ella. - ¿Me amas verdaderamente?, replicó el divino Niño. - Os amo más que a mi alma. Dijo otra vez el Niño: - ¿Cuánto me amas? -Entonces exclamó ella: -Señor, no sé qué deciros; hable mi corazón. - No pudo sufrir más la fuerza de un amor tan encendido; ni vivir por más tiempo después de tan dichosa vista; y así, abriéndosele el pecho, entregó su alma en manos de María, que, entre músicas de ángeles, y acompañada de su Hijo, se la llevó triunfante al cielo.

 

QBSEQUIO

Toma la costumbre de poner al empezar las cartas o cualquier escrito estas dulcísimas palabras: ¡Viva Jesús! ¡Viva Maria! O bien de pronunciarlas al principio de todas las obras, pidiéndoles su ayuda en todas tus ocupaciones y negocios.

 

JACULATORIA

 

Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

 

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

 



[1] Auirem., t. I, pág. 131.