MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 19
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA DIECINUEVE
Del servir a dos señores.
Responde ingenuamente, alma cristiana: ¿a quién quieres servir, a Dios o al diablo? Piénsalo bien, porque a los dos a un tiempo no puede ser. Servir a dos enemigos tan irreconocibles y tenerlos a los dos contentos, es imposible. Llevar un día la divisa de Jesucristo, y otro la de lucifer; rezar hoy algunas oraciones vocales, oír una misa o ayunar, y entregarte mañana a tus gustos y apetitos pecaminosos, esto, claramente, es ser amigo de Satanás, y burlarse de Dios.
Si te decides a servir a Dios, el trabajo será muy corto y el galardón eterno. De penitencia, pocos años, y acaso días, y de descanso y gloria, una eternidad. Fuera de que debes estar persuadida de que un señor y amo tan bueno como Dios no dejará, mientras dure el destierro, de ayudarte, alentarte y acariciarte. Y si por servir a Dios tienes que llevar la Cruz, sabe que el llevarla es grande dicha, y que De todos modos nunca será tan pesada como la que por ti llevó Jesucristo siendo inocente.
Pero si te vendes y esclavizas al servicio del demonio, los gustos serán de un instante y las penas eternas. Cuentan las historias que la reina Isabel de Inglaterra, después de su muerte, desde el abismo daba espantosas voces diciendo: ¡De Reino sólo cuarenta años, y de infierno una eternidad! Además, nunca, es seguro que el demonio pueda, ni aún en este mundo, contentar a sus secuaces. Tú lo has probado ya, y acaso lo estás probando bando todavía. En fin, el demonio es un amo cruel, y nos aborrece sumamente. ¿Qué podemos de él esperar?
EJEMPLO
Si por tu desgracia te tuviere el demonio esclavizado; acude a María, y ella te sacará de sus garras. Hubo un joven[1] que, no pudiendo lograr cierto deseo, entregó su alma al enemigo, obligándose en un papel firmado de su mano a ser esclavo suyo con tal que le proporcionase el medio de conseguirlo. Pero arrepentido después fue a confesar su pecado a una iglesia de Nuestra Señora, dispuesto a cumplir cualquier penitencia, por áspera que fuese. El confesor le ordenó que antes de absolverle había de ayunar, ponerse un cilicio y disciplinarse por tres días, implorando sin cesar el favor de la Virgen y ofreciéndole que, por su parte, aquellos tres días le aplicaría la Misa. Esto hecho, le mandó entrar en la capilla de Nuestra Señora y redoblar sus instancias. Él lloraba sin consuelo pidiendo a la sacratísima Virgen le hiciese restituir la obligación firmada; y repitiendo aquellas palabras de la Iglesia: Monstrae esse, Matrem; «Virgen piadosísima, mostrad ahora que sois Madre amorosa, aunque yo no soy digno de ser hijo vuestro, sino esclavo del demonio», ve que se le pone el papel en las manos. Entonces empezó a llorar a gritos, no ya de dolor, sino de alegría, sin cansarse de dar a la Virgen humildes y rendidas gracias. Después fue corriendo a mostrar el papel al confesor, y éste le absolvió de sus pecados con gran consuelo del penitente y esperanza fundada de que ya Dios, por su misericordia y la intercesión de su Santísima Madre, le había perdonado.
OBSEQUIO
Besa tres veces con devoción y ternura la imagen de la Virgen, diciendo cada vez: «Madre mía, a vos os quiero servir; no consintáis que en mí tenga parte el demonio»
JACULATORIA
Yo soy, Señora; esclavo tuyo.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.