MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 10
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA DIEZ
Del infierno.
Pecador, ¿ves aquel horroroso calabozo lleno de fuego? Para ti está preparado si no mudas de vida. Mírale bien; allí arderá tu alma; allí arderá tu cuerpo, cómplice en el pecado. Te entrará el fuego por la boca, por la garganta y hasta las entrañas; quedarás como un hierro encendido en la fragua, golpeado por los demonios. ¿Cómo podrás vivir en aquellos ardores infernales, cuando no podías sufrir en un dedo ni la llama de una vela?
Entretanto, ¿cuáles serán tus pensamientos en aquellas voraces llamas? Considera que pudiste salvarte a poca costa y no quisiste; acordarte de aquel sermón, de aquellos ejercicios, de aquel buen libro, de aquella inspiración con que Dios te llamaba, y de que no quisiste escucharle. mirar desde allí en el cielo a muchos compañeros de tu mismo estado, edad, oficio, escuela y congregación, y mirarte a ti en el infierno. Y con esto rabiar, desesperarte, mal decirte a ti mismo, al Ángel de tu guarda, a los Santos de tu devoción, a María Santísima y a Jesucristo. ¡Oh, que vida tan infeliz! ¡oh, qué ocupación tan miserable será la del infierno!
Y si llegas a caer en aquel fuego, ¿Será por mucho tiempo? ¿Serán cien años? Más. ¿Serán mil años? Más. ¿Será un millón de años? mucho más. ¿Un millón de millones? mucho más. ¿Millones y millones de millones? mucho más. Pues ¿Por cuánto tiempo ha de ser? mientras Dios sea Dios; para siempre, por toda la eternidad. y en tan largo tiempo, ¿no habrá un instante de descanso? Nunca. ¿Podré siquiera mover un dedo? Nunca. ¿Ni aún tendré alivio por un abrir y cerrar de ojos? Nunca. ¿Me darán, a lo menos, una gota de agua? Nunca, nunca. ¡Oh, fuego! ¡Oh, infierno! ¡Oh, eternidad!
EJEMPLO
Si deseas de veras conseguir tu salvación, pide a la Virgen te dé a conocer qué cosa es el infierno. Hugo, marqués de Toscana, vivía licenciosamente, sin querer enmendarse por más avisos que recibió de parte de la Virgen María, a quien él conservaba alguna devoción no obstante sus vicios. Yendo un día cazando por el monte Senario, embebecido en perseguir una fiera, de repente se armó una tempestad con espantosos truenos y relámpagos y copiosa lluvia. Entra huyendo en una cueva y halla dentro los diablos que, en figura humana, pero negros y horribles, estaban martillando miembros humanos. Al verlos dio un grito creyendo que eran hechiceros, y al mismo tiempo se oyó una voz espantosa que salía de aquella obscuridad, y decía: «Echadle mano y traedme a ese también» pero le respondieron: «A su tiempo, porque todavía no lo permite Aquella que tiene tanto poder sobre nosotros»; queriendo decir los espíritus infernales que la Virgen le había libertado hasta entonces de su condenación. El Marqués, al oír estas palabras, quedó como fuera de sí, y volviendo su corazón a la Madre del temor santo, le pidió socorro; hizo la señal de la cruz y desaparecieron los enemigos. Salió de la cueva, y dirigiéndose a la casilla de un solitario llamado Eugenio, que vivía en aquel desierto, pasó allí la noche pensando seriamente en mudar de vida. A la mañana siguiente salió para Florencia y dio parte al Obispo Eustaquio de cuanto le había pasado y del favor que debía a la Santísima Virgen; se confesó de todos sus pecados, con penitencia pública y una mudanza completa de su mala vida, diciendo a voces y bañado en lágrimas: «Hugo ya no será Rugo» Fundó y dotó con gran magnificencia siete monasterios, viajó de allí adelante como verdadero hijo de María, y en todo fue después un príncipe tan bueno, que mereció le llamasen el excelente príncipe.
OBSEQUIO
Cuando estés en la iglesia de rodillas, haz esta reflexión: «¡Qué tormento sería estar arrodillado por toda la eternidad!» ¿Pues qué será padecer enormemente las penas del infierno?»
JACULATORIA
Líbranos, Señora, de las penas del infierno.
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.